09Nov/10

GRACIAS A TODOS

GRACIAS-A-TODOS

Hoy, nueve de noviembre, cumple años este modesto blog de literatura. Nació “Un libro abierto” con mucha ilusión y así continúa. Como ya he explicado en una ocasión, la literatura nos sirve, la literatura nos ayuda en la vida, nos da ejemplos, nos acompaña, aprendemos, y nos dejamos llevar por ella. Viajamos a otros lugares, conocemos a otras personas, sufrimos o nos alegramos al leer como si fuera nuestra propia vida, la que está escrita en ese papel que abrimos de forma ingenua pero siempre con curiosidad.
Son tantos los autores sobre los que hablaría … y tantas las obras sobre las que escribiría…pero falta, como casi siempre, tiempo.
Mi hijo Maximilian no cree que sea muy importante esto de que uno escriba sobre libros, lo que él quiere es que leamos libros juntos. Y mi marido, Christian, artífice del diseño de este blog, aunque ya es mayorcito para leer libros solo, apoya a mi hijo en eso de leer libros juntos, que no es otra cosa que una metáfora para decir que una familia, como sucede con la lectura, necesita tiempo para estar juntos. Las pasiones de cada uno pueden esperar.
Pero el viaje continúa, yo continúo, “Un libro abierto” continúa, con el objetivo de abrir muchos libros más.
Quiero agradecer a todos los lectores que se pasean por mi blog su tiempo y su interés. Me gustaría leer más comentarios y también aprender de todos ustedes. Me gustaría conocer sus gustos, ya que ustedes conocen ya, algunos de los míos.
No quiero desperdirme sin recordar que desde que nació este blog he querido rendir un homenaje a los niños del mundo con mis cuentos infantiles, porque hay, desgraciadamente, muchos niños en el mundo que no pueden abrir libros, que no vuelven nunca a casa porque no la tienen, que piden en los semáforos de cualquier ciudad, que luchan en guerras, que se prostituyen para sobrevivir, que lloran, que son maltratados, que están sólos, que están enfermos, que en definitiva, nunca serán niños. Nunca serán niños mientras los mayores, que si tuvimos la suerte de serlo, miramos el espectáculo degradante, como meros espectadores. Mientras haya un niño en el mundo que sufra es imposible que uno viva tranquilo, porque los niños duelen, duelen mucho. Los niños que sufren son mi herida abierta.
Muchas gracias a todos y hasta pronto.

04Nov/10

LOS PECES DEL ESQUIMAL

LOS-PECES-DEL-ESQUIMAL

Como cada mañana, el esquimal Raluk fue a pescar. Como cada mañana también el oso polar fue a pescar. Ambos pescaban en el mismo sitio, al lado de una enorme placa de hielo.
Aquel día, y como casi siempre sucedía, el oso polar pescó muchísimos peces casi sin esfuerzo. Raluk nunca tenía tanta suerte e incluso en varias ocasiones había llegado a casa sin ningún pez para su familia.
Al oso polar parecía importarle poco aquello. El pescaba muchos más peces que él y su familia podían llegar a comer. Ni siquiera pensaba en que Raluk y su familia, muchos días, no tenían qué llevarse a la boca.
Un día Raluk preocupado por su hijo, ya que llevaba varios días sin comer, habló con el oso polar.
-Amigo oso, dijo Raluk. Tu eres un gran pescador pero creo que no eres un buen amigo, ni siquiera un buen vecino. Pescas muchos peces sin pensar que no quedan peces para los demás.
-Simplemente soy más rápido que tú y yo también tengo que alimentar a mi familia, contestó el oso polar.
-Entiendo lo que quieres decir, explicó Raluk. Lo único que te pido es que no pesques más peces de los que necesites porque así podríamos comer todos. Tú podrías alimentar a tu familia y yo a la mía. Además cuantos más peces cojas llegará el día en que aquí no habrá peces para alimentar a nadie. Ni siquiera tú podras pescar más.
El oso polar desatendió las palabras de Raluk y al cabo de unos meses sucedió lo que el esquimal ya le había advertido al oso. Al lado de casa ya no había peces para nadie, ni siquiera para el oso avaricioso.
Raluk, que aún era joven, caminaba todos los días muchos kilómetros para pescar en un lugar donde aún había muchos peces. Al atardecer volvía a su iglú con tres peces: uno para su mujer, otro para su hijo y otro para él.
Una tarde el oso polar le esperaba a la puerta de su iglú.
-Amigo Raluk, dijo el oso polar. Veo que todas las tardes traes comida a tu casa. Aquí ya no quedan más peces y hace días que mi familia no come. Yo ya soy viejo y no puedo andar tanto como tú para ir en busca de comida. ¿Qué puedo hacer?
Raluk le contestó así:
-Amigo oso, dijo Raluk. Muchas veces te expliqué el error que estabas cometiendo. Pescabas sin parar, sin pensar en los demás. Y ahora ya ni siquiera tienes peces para alimentar a tu familia. Yo te pedí muchas veces que no fueses tan avaricioso pero ni siquiera me escuchastes.
Raluk iba a entrar ya al iglú cuando en ese mismo instante, el oso, con lágrimas en los ojos, le suplicó que le regalase un pez.
-Mi osezno va a morir si hoy no come, le explicó a Raluk.
Raluk sacó un pez de su cesta, el que iba a comerse él, y se lo entregó al oso polar.
-¡Muchas gracias Raluk! ¡Muchas gracias! Eres un gran amigo y un gran vecino. Cuando necesites ayuda llámame.
Cuando Raluk entró al iglú su mujer se enfadó con él por haber sido tan compasivo y comprensivo con el oso polar.
-Te ha vuelto a engañar, dijo su mujer. Seguro que todos los días te pide un pez y si alguna vez necesitamos su ayuda nunca nos ayudará, tenlo por seguro.
-No lo creo, aseguró Raluk. Estoy convencido de que se ha dado cuenta de sus errores. Desde mañana pescaré tres peces más para que él y su familia se puedan alimentar.
-¿Estás loco Raluk? ¿Por qué le tienes tanta lástima?, le preguntó su mujer enfadada.
-Es un oso viejo y ya no puede andar tanto como yo, explicó Raluk. No me costará nada pescar tres peces más.
-Eres demasiado bueno Raluk, le echó en cara su mujer. Algún día te darás cuenta de que ser tan bueno no sirve para nada.
Raluk cumplió su promesa y cada día le daba al oso polar sus tres peces.
El oso polar estaba tan agradecido a Raluk que no sabía qué hacer. Se sentía avergonzado.
-No te preocupes amigo oso, le explicaba Raluk. No me cuesta nada pescar tres peces más y soy feliz viendo que mis vecinos también pueden comer.
-Gracias amigo, gracias. Tu bondad es infinita.
Raluk no daba importancia a las palabras del oso. Raluk hacía simplemente lo que le dictaba su corazón. Raluk era una persona bondadosa.
Pasaron varios meses y Raluk seguía haciendo lo mismo cada día. Pescaba siempre seis peces.
Una tarde al llegar a casa encontró a su mujer llorando. El niño de Raluk no paraba de temblar. Lloraba agarrado a su madre. Y nada, ni el calor de su madre, ni todas las mantas, ni siquiera el fuego podía calmar el frío que sentía. Tiritaba sin parar.
Raluk fue corriendo a casa del oso polar para darle los peces de cada día. Pero el oso polar notó que Raluk estaba muy triste.
-¿Qué sucede amigo?, le preguntó preocupado el oso.
-Mi hijo no para de temblar, le explicó Raluk. No para de tiritar y no hay nada que le haga entrar en calor. Ni todos los pellejos, ni todas las mantas ni el calor de su madre. Estoy muy preocupado.
-Amigo Raluk no te preocupes, yo sé como calmarle, le tranquilizó el oso. No hay frío que yo no pueda soportar. Fíjate como sobrevivimos a todas las tormentas de nieve, a todos los fríos que nos acechan. La piel de un oso puede con todo.
Raluk sonrió al oso polar.
-¿Vendrías tú a dar calor a mi hijo, ese calor que le falta?
El oso polar no contestó. Dio media vuelta, conversó con su mujer y el osezno y siguieron a Raluk hasta su iglú. Los tres osos unieron sus cuerpos hasta convertirse en una bola rolliza y caliente de suaves pelos blancos.
La mujer de Raluk no podía creer lo que estaba viendo. Lloraba sin parar mientras dejaba a su niño al lado de los osos.
Estos le dieron todo su calor y pronto estuvo recuperado. El niño sonreía para regocijo de sus padres. Los osos también sonreían.
-Amigo Raluk, dijo el oso polar. Pensé que iba a morir sin poder corresponderte alguna vez. Sin poder agradecerte, de alguna manera, todo lo que haces por mí. Hoy soy feliz porque, al fin, he podido ayudarte en algo. Me siento feliz al haberte hecho feliz. Gracias por tus enseñanzas. Gracias amigo.
La familia de osos polares se quedó toda la noche con el niño para darle incluso el calor que ya no necesitaba. Raluk y su mujer durmieron felices al lado de los osos. Todos eran ya grandes amigos.

© 2010 Araceli Cobos

29Oct/10

LA SUMA DE LOS NÚMEROS

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Cierto día el número 2 fue a visitar al número 1.
Le dijo así:
-Si te unieras a mí dejarías de ser un insignificante número 1 y te convertirías en un precioso número 3.
-No me interesa ser un número 3, contestó orgulloso el número 1. Yo aspiro a algo más.
Después vino a visitarle el número 3.
-Hola número 1, le dijo el número 3. ¿Quieres que hagamos una suma tú y yo? ¡Imagina! Dejarías de ser un simple número 1 para convertirte, nada más y nada menos, que en un respetable número 4.
-No me interesa ser un número 4, un simple número 4, contestó altanero. Yo aspiro a mucho más.
Pasado un rato, el número 4 llamó al número 1. Le dijo que si quería sumarse a él. Intentó convencerle diciéndole que, gracias a la suma de los dos, llegaría a ser un respetado número 5.
Pero el número 1 le hizo saber que no tenía ninguna gracia ser la mitad de un diez ya que lo que el quería llegar a ser era precisamente eso, un diez.
Se decidió el número 6 y fue a visitar al número 1 para así explicarle las razones por las cuales la posible suma de los dos sería perfecta.
-Sería maravilloso poder llegar a ser un siete, le argumentaba. ¡El número de la suerte!
Al número 1 no le causó ninguna impresión la ilusión del número 6 por llegar a ser un número 7.
El número 7 se acercó al número 1. Pero antes de que pudiera decir algo, el número 1 le dijo que no le interesaba ser un número 8, por si venía con las intenciones de crear una suma con él.
-El número 8 tiene forma de bizcocho, explicó con desprecio el número 1.
Esperaba el número 1 con ansia la visita del número 9. Este era su sueño. Por fin vendría el número 9, se sumarían y llegarían a ser un magnífico número 10.
Pero el número 9 no llegaba, así es que el número 1 decidió ir a buscarle.
Encontró al número 9 tan tranquilo, echado en su sofá, sin importarle lo más mínimo su presencia.
El número 1 se acercó a él y le dijo:
-¿A qué esperas para sumarte a mí?
-¿A ti? ¿por qué debería hacer yo eso?, preguntó vanidoso el número 9.
-¡Para llegar a ser un magnífico número 10!, respondió asombrado el número 1.
-No me interesa ser un número 10, contestó altivo el número 9 antes la mirada atónita del número 1.
-¿Qué significa eso de que no quieres ser un número 10? ¡Ser un número diez es grandioso! Y sólo tienes la posibilidad de conseguirlo conmigo, si te sumas a mí.
-Quizás para ti es algo grandioso ya que simplemente eres un número 1, respondió el número 9 sin moverse del sofá. Yo soy el número más poderoso de todos los números de una sola cifra, entonces, ¿por qué renunciar a mi posición?
El número 1 se fue muy triste. Nunca llegaría a ser un diez. Por el camino, se acordó de todos los números a los que había rechazado por ser tan orgulloso. Ahora no podría hacer sumas con nadie. Ahora sería para siempre un simple número 1.

© 2010 Araceli Cobos

23Oct/10

EL HOMBRE QUE INVENTÓ MANHATTAN. RAY LORIGA

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Simonetta envidia a su hermana Laura. Simonetta es redactora jefe de la revista Amazonas sofisticadas, la vida le va bien, pero envidia a Laura, y la envidia porque tiene todo lo que ella no tiene, belleza, encanto y hasta al actor mexicano que ella acababa de entrevistar hace unos días.
Andreas Ringmayer III tiene sueños eróticos con dos coreanas que trabajan en el salón de belleza de madame Huong. Zen Zen y Zen Lee son bellas a rabiar. ¿Por qué las conoce? Sólo porque su mujer Martha frecuenta ese salón de belleza, que justo es el que también frecuenta Laura, la adorable Laura. Y eso, que a Andreas le encantan las coreanas y sueña con ellas y tiene miedo de soñar con ellas en voz alta porque si Martha se enterase de esto…aunque sólo sean pensamientos, pero… pero lo que no sabe es que Martha tiene su propia vida y sus propios disfrutes además de un marido llamado Andreas Ringmayer III.
Pero en el Manhattan de Ray Loriga (Madrid, 1967) aún hay más, mucho más, un celador llamado Ramón Romero al que le encantan las investigaciones, así en plan detective, y un muerto Arnold Grumberg, vendedor de pianos, axfisiado por el amor que le profesa su madre.
Y también estan Chad y Charlie, dos rumanos que se disputan, en broma, el honor de haber inventado Manhattan.
Y hasta hay un ratón que se llama Missy, y un asesino Jimmy el Pincho,…y muchas más cosas y muchos más personajes, que con la maestría, el humor, la ironía y la frescura que impregnan todas sus obras ,muestra Ray Loriga, en su libro “El hombre que inventó Manhattan”. Un mosaico de personajes, de voces cruzadas que el escritor madrileño encadena con el encanto y la profesionalidad que le caracterizan.
Especialmente me gustan las historias de Arnold y Andreas Ringmayer III. Los capítulos que se refieren a este último personaje se titulan: “Peces voladores”, “Europeos”, “Ansonia”, “Linea 2” y “El pene de Ullrich”. Las historias de Arnold, y en particular las conversaciones que tiene con su madre, están llenas de humor.
Del capítulo “Todo por amor” transcribo una parte de la conversación del vendedor de pianos y su madre.

-¿Has desayunado?
-Sí, mamá.
-Ya, y mi culo tiene plumas. El desayuno es la comida más importante del día, te lo he dicho cien millones de billones de veces.
-Pensaba ir luego a…
-Ya, a veces mi culo levanta el vuelo con sus plumas de colores.
-Mamá, por favor.
-Ni por favor, ni leches. DESAYUNA.
-¿Cómo estás?
-Sola. Ah, por cierto, estuve el otro día en el cementerio de Riverdale y estoy pensando seriamente en una de esas parcelitas, cuestan una cantidad insensata de dinero pero creo que merece la pena. Hay sitio para los dos, uno al lado del otro.
-¡MAMÁ!
-Hay que hablar de estas cosas, hijo mío. Uno al lado del otro, como debe ser, no uno encima del otro, como hacen en otros sitios. Por eso vale más caro, pero es una parcelita muy mona. Tienes que venir un día a verlo.
(…)
-¿Arnie? ¿Estás ahí todavía?
-Estaba a punto de colgar.
-He dicho que te quiero, Arnie y tú me has dicho “cuídate”. No veo yo que sea lo mismo. “Cuídate” se le dice a cualquiera aunque nos importe un bledo que se cuide o no.
-¿Qué quieres ahora?
-Ya lo sabes.
-Adiós mamá. No puedo estar todo el día…
-Dímelo.
-Mamá, por favor…
-Dímelo.
-Si ya lo sabes…
-No lo sé. Si no me lo dices, no lo sé. ¿Tú sabes cuántos años hace que no me lo dices?
-Mamá, no soy un niño. Esto es ridículo.
-Dímelo, dímelo, dímelo, dímelo…
-Voy a colgar.
-Dímelo, dímelo, dímelo.
-Tienes que ver a un médico, madre; estás perdiendo la cabeza.
-Dímelo, dímelo…
-¡Está bien! ¡Me vas a volver loco! Te quiero, mamá, te quiero mucho. ¿Contenta?
-Gracias, Arnie, y desayuna, por el amor de Dios.”

El capítulo “Europeos” contiene las andanzas de Andreas Ringmayer III, y como los otros que tratan de él, son estupendos.

“Andreas dejó al niño en la cocina y fue a lavarse las manos. “Cuando uno se sabe culpable, pensaba Andreas, todas las miradas parecen de reprobación. No hay forma humana de que Martha sepa nada de este deseo. Sólo he visto a estas mujeres desnudas aquí dentro, en mi cabeza, y por mucho que me conozca Martha no puede llegar tan lejos. Las mujeres, en contra de lo que ellas creen, no son adivinas. No he mencionado jamás a mid s

mis dos coreanas en voz alta”. Aquí le entró a Andreas una duda terrorífica. Tal vez en sueños. Tal vez. Era imposible estar seguro. Soñaba con ellas a menudo, así que no podía descartarlo. Y si así fuera, ¿acaso no puede uno soñar con lo que le dé la gana? Ese argumento era más que suficiente para él, pero seguramente no lo sería para Martha. Y, aún así, no se lleva a un hombre al cadalso por los crímenes que sueña cometer sino por los crímenes que comete.”

Otro capítulo para no olvidar es “Cerca del Belasco”. Les prometo que el libro les encantará si ya son seguidores de Loriga y si aún no lo son, abrir esta novela les hará enamorarse de él.
El Aleph Editores lo editó en 2004.
Otro libro imprescindible de él es “Tokio ya no nos quiere”. Su prosa natural e inteligente también les encandilará.
Loriga, novelista, guionista y director de cine, es uno de los autores de su generación más valorados por la crítica nacional e internacional.
Y hablando de Loriga, no quiero dejar pasar la oportunidad de nombrar a su padre José Antonio Loriga. Un gran pintor e ilustrador, miembro del desaparecido “Grupo 13”. Su página web es preciosa. Hace un recorrido por muchos de sus trabajos, grafismos, pintura, ilustraciones, y todos son especiales. Además, su hijo, le escribe unas palabras a través del texto titulado “La calma de la piedra”.

© 2010 Araceli Cobos

18Oct/10

MARGUERITE DURAS. EL AMANTE

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“A los quince años tenía el rostro del placer y no conocía el placer.”

“Nunca he escrito, creyendo hacerlo, nunca he amado, creyendo amar, nunca he hecho nada salvo esperar delante de la puerta cerrada.”

Margarite Duras (Saigón 1914, París 1996), con su precioso y brutal libro “El amante”, se adentra en su propia vida, incluso sorprendiéndose a si misma. Recordando como todo iba sucediendo en su juventud mucho antes de que ella se diera cuenta. El encanto, la seducción. Aquel chino de la limusina cambiaría para siempre su vida, su existencia. Un amor diferente entre una joven bella y pobre que vive en Indochina con un rico comerciante chino de veintiséis años.
Una madre frustrada en Indochina, viendo como la concesión de Camboya no es nada, tierra muerta, tierra ahogada, un hermano al que amar, un hermano violento, y ese chino en limusina que la espera justamente a ella, con sus zapatos de lamé dorados, con su sombrero…Esta narración autobiográfica hizo que Duras fuese solicitada por todos los públicos 41 años después de haber escrito su primera novela. Dentro del libro Duras se desnuda, nos lo cuenta todo: las relaciones apasionadas, el amor y el odio que desgarraron a su familia, sus dolores y sus alegrías,…
Poco después de publicarse “El amante”, en noviembre de 1984, Duras recibió el prestigioso Premio Goncourt.

“Podría engañarme, creer que soy hermosa como las mujeres hermosas, como las mujeres miradas, porque realmente me miran mucho. Pero sé que no es cuestión de belleza sino de otra cosa, por ejemplo, sí, de otra cosa, por ejemplo, de carácter. Parezco lo que quiero parecer, incluso hermosa si es eso lo que quieren que sea, hermosa, o bonita, bonita por ejemplo para la familia, solamente para la familia no, puedo convertirme en lo que quieran que sea. Y creerlo. Creer, además, que soy encantadora. En cuanto lo creo, se convierte en realidad para quienes me ven y desean que sea de una manera acorde con sus gustos, también lo sé (…)
Ya estoy advertida. Sé algo. Sé que no son los vestidos los que hacen a las mujeres más o menos hermosas, ni los tratamientos de belleza, ni el precio de los potingues, ni la rareza, el precio de los atavíos. Sé que el problema está en otra parte. No sé dónde. Sólo sé que no está donde las mujeres creen.”

La descripción del primer encuentro con el comerciante chino es muy Duras, muy directa, muy complicada y sencilla a la vez. Porque en cada palabra hay seguro un secreto guardado de Duras que uno no llegará a comprender jamás. Pero así es la obra completa de la escritora francesa un dulce enigma para leer y volver a leer e intentar descubrir en cada lectura un poco más de todo lo que nos ofrece.

“Le ha arrancado el vestido, lo tira, le ha arrancado el slip de algodón blanco y la lleva hasta la cama así desnuda. Y entonces se vuelve del otro lado de la cama y llora. Y lenta, paciente, ella lo atrae hacia así y empieza a desnudarlo. Lo hace con los ojos cerrados, lentamente. El intenta moverse para ayudarla. Ella pide que no se mueva. Déjame. Le dice que quiere hacerlo ella. Lo hace. Le desnuda. Cuando se lo pide, el hombre desplaza su cuerpo en la cama, pero apenas, levemente, como para no despertarla.”

“Ella no lo mira a la cara. No lo mira. Lo toca. Toca la dulzura del sexo, de la piel, acaricia el color dorado, la novedad desconocida. El gime, llora. Está inmerso en un amor abominable.
Y llorando, él lo hace. Primero hay dolor. Y después ese dolor se asimila a su vez, se transforma, lentamente arrancado, transportado hacia el goce, abrazado a ella.
El mar, informe, simplemente incomparable.”

El párrafo que cierra esta novela es, a mi parecer, uno de los más bellos de la literatura.

“Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, llegó a París con su mujer. El le telefoneó. Soy yo. Ella le reconoció por la voz. El dijo: sólo quería oír tu voz. Ella dijo: soy yo, buenos días. Estaba intimidado, tenía miedo, como antes. Su voz, de repente, temblaba. Y con el temblor, de repente, ella reconoció el acento de China. Sabía que había empezado a escribir libros. Lo supo por la madre a quien volvió a ver en Saigón. Y también por el hermano menor, que había estado triste por ella. Y después ya no supo qué decirle. Y después se lo dijo. Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte.”

Duras escribió “El amante” con 70 años. Acababa de pasar por una profunda crisis psíquica debido al alcohol. Fue una mujer con un encanto especial, una magistral escritora al que el escritor francés André Gide, Premio Nobel de Literatura en 1947, y gran defensor de los derechos de los homosexuales, definió como “el mejor escritor en francés”.
El célebre cineasta francés Jean- Jacques Annaud llevó al cine esta autobiografía. Pero quien mejor explica los secretos de esta novela es la propia escritora en una entrevista a un canal francés.

© 2010 Araceli Cobos

13Oct/10

UNA HABITACIÓN CON VENTANA A AMÉLIE NOTHOMB

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“Aquellos que creen que leer es una evasión están en las antípodas de la verdad: leer es verse confrontado a lo real en su estado de mayor concentración; lo cual, extrañamente, resulta menos espantoso que tener que vérselas con perpetuas diluciones.”

Este fragmento del libro “Antichrista” de Amélie Nothomb (Japón 1967) dice mucho sobre la lectura y sobre la propia autora. Es “Antichrista” un buen libro para acercarse a esta escritora belga. Siempre sorprendente en sus entrevistas y en sus libros, Nothomb escribe tan de verdad que parece que nadie conociera su universo literario o no lo quisiera conocer, de ahí viene el misterio que le rodea a ella y el éxito que tienen su obras.
Este libro relata la extraña amistad de dos adolescentes Blance y Christa que se crea mientras estudian en la Universidad de Bruselas. Ahonda Nothomb en una amistad, que aunque parezca rara, se da en muchas ocasiones, esa amistad basada en la sumisión y la crueldad.
El libro sigue el patrón habitual de la escritora, frases directas, temas directos, personajes auténticos, vivacidad.

Blanche, la víctima, además de tener que sumergirse en la amistad de Christa, tendrá que luchar contra la indiferencia de sus padres hacia ella:

“Yo no intentaba defenderme. ¿Para qué intentar explicarles que era invisible? Creían que yo era altiva, que despreciaba los placeres propios de mi edad: me habría encantado hallar el manual de instrucciones de mi adolescencia, pero resultaba imposible sin la mirada de alguien. Mis padres no me miraban, puesto que ya habían decidido que era “demasiado buena, carente de vitalidad, etcétera”. Una mirada auténtica carece de ideas preconcebidas. Si unos ojos auténticos se hubieran posado en mí, habrían visto una pila atómica, un arco tensado al máximo, pidiendo sólo una flecha o un blaco, y proclamando a gritos su deseo de recibir ambos tesoros.”

Blanche vive en su mundo, en su mundo inteligente pero aún no asimilado, ni tan siquiera, por ella misma:

“Me tumbaba en la cama, que volvía a ser la mía. Redescubría el mayor lujo de este planeta; una habitación propia. Un lugar en el que uno goza de una paz real. Flaubert necesitaba una habitación en la que declamar a gritos, yo o podía vivir sin un lugar donde soñar, una habitación en la que no hubiera nada ni nadie, ningún obstáculo que dificultara el vagabundeo infinito de la mente, en la que el único decorado era la ventana: cuando una habitación tiene una ventana, significa que uno tiene su parte de cielo. ¿Para qué pedir más?.”

© 2010 Araceli Cobos