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25Nov/10

RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO. EL JARAMA

RAFAEL-SaNCHEZ-FERLOSIO-UN-MAESTRO-DEL-DIaLOGO

Después de leer “El Jarama” de Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927) a uno no le cabe la menor duda de que el escritor italiano es un maestro del diálogo. Es increíble como Sánchez Ferlosio puede tenernos enganchados a su novela con una serie de diálogos, a veces cotidianos, a veces simplones, a veces graciosos, a veces profundos,… y siempre magistrales.
Publicada en 1955 y ganadora del premio Nadal ese mismo año marcó un hito dentro de la novela española de la posguerra.
Es un relato simultáneo en tercera persona. Nos cuenta la historia de dos pandillas de jóvenes madrileños que van a pasar el día junto al río Jarama.Unos son de la ciudad, los otros lugareños. Durante casi toda la novela no pasa nada, nada, y a la vez pasa todo, porque asistimos a los diálogos de estos jóvenes como si nosotros mismos participásemos de sus problemas, juegos, bromas, adolescencia, en definitiva. Sólo al final de la obra, todo se ve interrumpido por la muerte de una de las jóvenes, mientras la naturaleza, el río, con su fuerza, sigue su vida.
Paralelamente se cuenta como transcurre el día en la taberna de Mauricio, donde los habituales clientes beben, discuten, juegan a las cartas,…
De realismo absoluto, la novela no deja ningún hueco para el lector, vive con los personajes cada minuto, cada segundo. No hay ninguna reflexión psicológica sobre los personajes, ni una historia de fondo, nada. El lenguaje coloquial es exquisito y riguroso pero nunca sabemos lo que va a ocurrir. Es, sin duda, una joya de la literatura, por su narración, por sus diálogos, por la forma en la que está escrita, por su originalidad.

Este es un ejemplo de tantos, donde se puede ver la fluidez y la maestría de Ferlosio en los diálogos y el lenguaje que emplea. Tito y Lucita charlan como dos jóvenes más:
“Tito, ¿y a ti, qué te parece que una chica se ponga pantalones? Como Mely.
-¿Qué me va a parecer? Pues nada; una prenda como otra cualquiera.
-¿Pero te gusta que los lleve una chica?
-No lo sé. Eso según le caigan, me figuro.
-Yo, fíjate; anduve una vez con ideas de ponérmelos y luego no me atreví. Un Corpus, que nos íbamos de jira al Escorial. Estuve en un tris si me los compro, y no tuve valor.
-Pues son reparos tontos. Después de todo, ¿qué te puede pasar?
-Ah, pues hacer el ridi; ¿te parece poco?
-Se hace el ridículo de tantas maneras. No sé por qué, además, ibas a hacerlo tú precisamente.
-Es que no tengo mucha estatura para ponerme pantalones.
-Chica, un retaco no eres. La talla ya la das. Tampoco es necesario ser tan alta, para tener un tipito agradable.
-¿Te parece que tengo yo buen tipo?
-Pues claro que lo tienes. Eres una chica que puede gustar, ya lo creo.
Lucita reflexionaba unos instantes; luego dijo:
-Sí; total, ya sé que aunque te pareciera lo contrario, no me lo ibas a decir.
-Ah, bueno, pero no me lo parece, la miró sonriendo. Y vámonos ya del sol, que nos estamos asando vivos.”

Los diálogos que transcurren en la taberna de Mauricio son buenísimos también, y contrastan magníficamente con la jerga de los jóvenes que están disfrutando en el río.
“-Bueno, ¿y tú que harías en Madrid?, vamos a ver. Cuéntanoslo-
-¿Yo…? ¿Que qué haría…?, se le encendía la cara. ¿Qué es lo que haría yo en Madrid?, chasqueó con la lengua, como el que va a empezar a relatar alguna cosa alucinante. Pues, lo primero… Me iba a un sastre. A que me hiciese un traje pero bien. Por todo lo alto alto. Un terno de quinientas pesetas…
Se pasaba las manos por la raída chaquetilla, como si la transfigurase. Mauricio le interrumpió:
-¿De quinientas pesetas? ¿Pero tú que te crees que te cuestan los trajes a la medida en Madrid? Con quinientas pesetas ni el chaleco, hijo mío.
-Pues las que hiciese falta, dijo el otro. Quien dice quinientas, dice setecientas…
-Bueno, hombre, sigue. Pongamos que con setecientas te alcanzaba para ponerte siquiera medio decente. ¿Luego que hacías?, a ver. Continúa.
-Pues luego, me salía yo a la calle, con mi trajecito encima, bien maqueado, pañuelo de seda aquí, en el bolsillo este de arriba, ¿eh?, mi corbata, un reloj de pulsera de estos cronométricos, y me iba a darme un paseo por la Gran Vía. Poquito; ida y vuelta nada más, y descansando, para sentarme a renglón seguido en la terraza de un café, ¿cómo se llama ese?, Zahara, en la terraza del Zahara. Allí ya, bien repantingado, daba unas palmaditas, hizo el gesto de darlas; y en esto, el camarero: una doble de cerveza así de alto con…con una buena ración de patatas fritas, eso es. Ah, y el limpia. Que me mandase en seguida un limpiabotas para sacarme brillo a los zapatos.”

Este párrafo, con el que quiero acabar es el único con el que presentimos, que algo va a suceder de repente, cuando ya creíamos que no pasaría nada, y la jornada de domingo en el río había casi terminado.

“Se miraban en torno circunspectos, recelosos del agua ennegrecida. Llegaba el ruido de la gente cercana y la música.
-No está nada fría, ¿verdad?
-Está la mar de apetitosa.
Daba un poco de la luna en lo alto de los árboles y llegaba de abajo el sosegado palabreo de las voces ocultas en lo negro del soto anochecido. Música limpia, de cristal, sonaba un poco más abajo, al ras de agua inmóvil del embalse. Sobre el espejo negro lucían ráfagas rasantes de luna y de bombillas. Aquí en lo oscuro, sentían correr el río por la piel de sus cuerpos, como un fluído y enorme y silencioso animal acariciante. Estaban sumergidos hasta el tórax en su lisa carrera. Paulina se había cogido a la cintura de su novio.
-¡Qué gusto de sentir el agua, como te pasa por el cuerpo!
-¿Lo ves? No querías bañarte.
-Me está sabiendo más rico que el de esta mañana.
Sebas se estremeció.
-Si, pero ahora ya no es como antes, que te estabas todo el rato que querías. Ahora en seguida se queda uno frío y empieza a hacer tachuelas.”
Las descripciones son escasas en la novela, pero cuando aparecen, son hermosas, aclarándonos así Ferlosio, que puede con cualquier cosa.
Rafael Sánchez Ferlosio ha sido Premio Cervantes en 2004 y Nacional de la Letras en 2009. Su fama la debe principalmente a estas dos novelas: “El Jarama” e “Industrias y andanzas de Alfanhuí”, que curiosamente descubrí cuando apenas tenía ocho años, o quizás menos, en un libro de texto de la escuela. En ese libro había un extracto de esta preciosa novela, que ya me cautivó, aunque era muy pequeña, que nunca olvidé, y que por eso, más tarde compré, para tapar revivir ese recuerdo de mi infancia. ¿Por qué me cautivó Alfanhuí si aún era una niña? Se lo contaré pronto, porque es un ser al que hay que conocer.

© 2010 Araceli Cobos

09Nov/10

DOSTOYEVSKI. NOCHES BLANCAS

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“Los escritores rusos son extraordinarios; la piedad que ponen en sus libros los hace maravillosos”. Estas palabras son de Oscar Wilde. El famoso escritor inglés percibió lo que a muchos les sucede con los escritores rusos. Le seducen a uno estos genios de la literatura, enigmáticos, perfectos, sensuales, realistas. Lo tienen todo. Y como no, Fiódor Dostoyevski (Moscú 1821, San Petesburgo 1881) no podía ser una excepción.
Siempre ha sido considerado el escritor ruso como uno de los mejores y más influyentes escritores de la historia, junto con genios como Homero, Dante, Cervantes o Shakespeare.
Dostoyevski escribe sobre los hombres, sus problemas, en el complejo contexto político y social de la sociedad rusa del siglo XIX. La novela que hoy quiero presentar titulada “Noches Blancas” fue muy criticada cuando se publícó. Pero, que duda cabe, de que Dostoyevski es uno de los precursores del existencialismo y probablemente el mayor representante de la literatura existencialista. Novelas como “Crimen y castigo”, “Los hermanos Karamazóv” o “El idiota” tienen un caracter existencialista.
La novela que me gustaría que todos ustedes abrieran hoy, “Noches Blancas” es una bella historia de amor.
Un hombre detallista e inteligente, reflexiona sobre su vida por las calles de San Petesburgo, le preocupan sus gentes, su arquitectura,..así comienza la novela. Después los capítulos harán referencia a un par de hermosas e inolvidables noches, en las que este ser inteligente y detallista se topa en su vida con la bellísima Nastenka.
El solitario no tiene ninguna experiencia con las mujeres, pero una noche, de forma fortuita, entabla amistad con una muchacha. Al día siguiente, sobre las diez de la noche, prometen volverse a ver. La muchacha, Nastenka, parece dispuesta a seguir con la amistad que les une, sólo pone una condición al solitario, no enamorarse de ella. Él la ama, pero Nastenka ama a otro hombre.

La segunda noche, el hombre inteligente, solitario y detallista reflexiona así sobre la suerte que ha tenido al encontrarse a Nastenka en su vida:

“Nos hemos vuelto a encontrar, Nastenka, tras de una larga separación…porque hace ya mucho tiempo que la conozco. Hace muchos años que buscaba a alguien, a usted precisamente, y estaba escrito que habíamos de encontrarnos.”

“Y el soñador busca en vano en sus viejos sueños una chispa que reanime su corazón helado y haga renacer todo lo que le fue tan querido, tan tierno, tan bello, que arrancaba lágrimas a sus ojos y le engañaba maravillosamente.”

¿Se puede expresar mejor el sentimiento de soledad cuando creíamos tenerlo todo ya, un amor verdadero?

El libro es mágico, sus personajes sensacionales, el ambiente cautivador. Acabo con esta frase que dice Natenka y que he intentado aplicar siempre en mi vida, desde que leí el libro, hace ya veinte años. Les aseguro que Nastenka tiene razón y que si hacemos lo que ella dice la vida nos tiene más de una estupenda sorpresa preparada. Hagan la prueba.

“¿Por qué el mejor de entre nosotros guarda siempre un secreto o un silencio? ¿Por qué no decir en seguida lo que siente el corazón cuando se tiene la seguridad de poder ser escuchado?.”

© 2010 Araceli Cobos

23Oct/10

EL HOMBRE QUE INVENTÓ MANHATTAN. RAY LORIGA

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Simonetta envidia a su hermana Laura. Simonetta es redactora jefe de la revista Amazonas sofisticadas, la vida le va bien, pero envidia a Laura, y la envidia porque tiene todo lo que ella no tiene, belleza, encanto y hasta al actor mexicano que ella acababa de entrevistar hace unos días.
Andreas Ringmayer III tiene sueños eróticos con dos coreanas que trabajan en el salón de belleza de madame Huong. Zen Zen y Zen Lee son bellas a rabiar. ¿Por qué las conoce? Sólo porque su mujer Martha frecuenta ese salón de belleza, que justo es el que también frecuenta Laura, la adorable Laura. Y eso, que a Andreas le encantan las coreanas y sueña con ellas y tiene miedo de soñar con ellas en voz alta porque si Martha se enterase de esto…aunque sólo sean pensamientos, pero… pero lo que no sabe es que Martha tiene su propia vida y sus propios disfrutes además de un marido llamado Andreas Ringmayer III.
Pero en el Manhattan de Ray Loriga (Madrid, 1967) aún hay más, mucho más, un celador llamado Ramón Romero al que le encantan las investigaciones, así en plan detective, y un muerto Arnold Grumberg, vendedor de pianos, axfisiado por el amor que le profesa su madre.
Y también estan Chad y Charlie, dos rumanos que se disputan, en broma, el honor de haber inventado Manhattan.
Y hasta hay un ratón que se llama Missy, y un asesino Jimmy el Pincho,…y muchas más cosas y muchos más personajes, que con la maestría, el humor, la ironía y la frescura que impregnan todas sus obras ,muestra Ray Loriga, en su libro “El hombre que inventó Manhattan”. Un mosaico de personajes, de voces cruzadas que el escritor madrileño encadena con el encanto y la profesionalidad que le caracterizan.
Especialmente me gustan las historias de Arnold y Andreas Ringmayer III. Los capítulos que se refieren a este último personaje se titulan: “Peces voladores”, “Europeos”, “Ansonia”, “Linea 2” y “El pene de Ullrich”. Las historias de Arnold, y en particular las conversaciones que tiene con su madre, están llenas de humor.
Del capítulo “Todo por amor” transcribo una parte de la conversación del vendedor de pianos y su madre.

-¿Has desayunado?
-Sí, mamá.
-Ya, y mi culo tiene plumas. El desayuno es la comida más importante del día, te lo he dicho cien millones de billones de veces.
-Pensaba ir luego a…
-Ya, a veces mi culo levanta el vuelo con sus plumas de colores.
-Mamá, por favor.
-Ni por favor, ni leches. DESAYUNA.
-¿Cómo estás?
-Sola. Ah, por cierto, estuve el otro día en el cementerio de Riverdale y estoy pensando seriamente en una de esas parcelitas, cuestan una cantidad insensata de dinero pero creo que merece la pena. Hay sitio para los dos, uno al lado del otro.
-¡MAMÁ!
-Hay que hablar de estas cosas, hijo mío. Uno al lado del otro, como debe ser, no uno encima del otro, como hacen en otros sitios. Por eso vale más caro, pero es una parcelita muy mona. Tienes que venir un día a verlo.
(…)
-¿Arnie? ¿Estás ahí todavía?
-Estaba a punto de colgar.
-He dicho que te quiero, Arnie y tú me has dicho “cuídate”. No veo yo que sea lo mismo. “Cuídate” se le dice a cualquiera aunque nos importe un bledo que se cuide o no.
-¿Qué quieres ahora?
-Ya lo sabes.
-Adiós mamá. No puedo estar todo el día…
-Dímelo.
-Mamá, por favor…
-Dímelo.
-Si ya lo sabes…
-No lo sé. Si no me lo dices, no lo sé. ¿Tú sabes cuántos años hace que no me lo dices?
-Mamá, no soy un niño. Esto es ridículo.
-Dímelo, dímelo, dímelo, dímelo…
-Voy a colgar.
-Dímelo, dímelo, dímelo.
-Tienes que ver a un médico, madre; estás perdiendo la cabeza.
-Dímelo, dímelo…
-¡Está bien! ¡Me vas a volver loco! Te quiero, mamá, te quiero mucho. ¿Contenta?
-Gracias, Arnie, y desayuna, por el amor de Dios.”

El capítulo “Europeos” contiene las andanzas de Andreas Ringmayer III, y como los otros que tratan de él, son estupendos.

“Andreas dejó al niño en la cocina y fue a lavarse las manos. “Cuando uno se sabe culpable, pensaba Andreas, todas las miradas parecen de reprobación. No hay forma humana de que Martha sepa nada de este deseo. Sólo he visto a estas mujeres desnudas aquí dentro, en mi cabeza, y por mucho que me conozca Martha no puede llegar tan lejos. Las mujeres, en contra de lo que ellas creen, no son adivinas. No he mencionado jamás a mid s

mis dos coreanas en voz alta”. Aquí le entró a Andreas una duda terrorífica. Tal vez en sueños. Tal vez. Era imposible estar seguro. Soñaba con ellas a menudo, así que no podía descartarlo. Y si así fuera, ¿acaso no puede uno soñar con lo que le dé la gana? Ese argumento era más que suficiente para él, pero seguramente no lo sería para Martha. Y, aún así, no se lleva a un hombre al cadalso por los crímenes que sueña cometer sino por los crímenes que comete.”

Otro capítulo para no olvidar es “Cerca del Belasco”. Les prometo que el libro les encantará si ya son seguidores de Loriga y si aún no lo son, abrir esta novela les hará enamorarse de él.
El Aleph Editores lo editó en 2004.
Otro libro imprescindible de él es “Tokio ya no nos quiere”. Su prosa natural e inteligente también les encandilará.
Loriga, novelista, guionista y director de cine, es uno de los autores de su generación más valorados por la crítica nacional e internacional.
Y hablando de Loriga, no quiero dejar pasar la oportunidad de nombrar a su padre José Antonio Loriga. Un gran pintor e ilustrador, miembro del desaparecido “Grupo 13”. Su página web es preciosa. Hace un recorrido por muchos de sus trabajos, grafismos, pintura, ilustraciones, y todos son especiales. Además, su hijo, le escribe unas palabras a través del texto titulado “La calma de la piedra”.

© 2010 Araceli Cobos

18Oct/10

MARGUERITE DURAS. EL AMANTE

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“A los quince años tenía el rostro del placer y no conocía el placer.”

“Nunca he escrito, creyendo hacerlo, nunca he amado, creyendo amar, nunca he hecho nada salvo esperar delante de la puerta cerrada.”

Margarite Duras (Saigón 1914, París 1996), con su precioso y brutal libro “El amante”, se adentra en su propia vida, incluso sorprendiéndose a si misma. Recordando como todo iba sucediendo en su juventud mucho antes de que ella se diera cuenta. El encanto, la seducción. Aquel chino de la limusina cambiaría para siempre su vida, su existencia. Un amor diferente entre una joven bella y pobre que vive en Indochina con un rico comerciante chino de veintiséis años.
Una madre frustrada en Indochina, viendo como la concesión de Camboya no es nada, tierra muerta, tierra ahogada, un hermano al que amar, un hermano violento, y ese chino en limusina que la espera justamente a ella, con sus zapatos de lamé dorados, con su sombrero…Esta narración autobiográfica hizo que Duras fuese solicitada por todos los públicos 41 años después de haber escrito su primera novela. Dentro del libro Duras se desnuda, nos lo cuenta todo: las relaciones apasionadas, el amor y el odio que desgarraron a su familia, sus dolores y sus alegrías,…
Poco después de publicarse “El amante”, en noviembre de 1984, Duras recibió el prestigioso Premio Goncourt.

“Podría engañarme, creer que soy hermosa como las mujeres hermosas, como las mujeres miradas, porque realmente me miran mucho. Pero sé que no es cuestión de belleza sino de otra cosa, por ejemplo, sí, de otra cosa, por ejemplo, de carácter. Parezco lo que quiero parecer, incluso hermosa si es eso lo que quieren que sea, hermosa, o bonita, bonita por ejemplo para la familia, solamente para la familia no, puedo convertirme en lo que quieran que sea. Y creerlo. Creer, además, que soy encantadora. En cuanto lo creo, se convierte en realidad para quienes me ven y desean que sea de una manera acorde con sus gustos, también lo sé (…)
Ya estoy advertida. Sé algo. Sé que no son los vestidos los que hacen a las mujeres más o menos hermosas, ni los tratamientos de belleza, ni el precio de los potingues, ni la rareza, el precio de los atavíos. Sé que el problema está en otra parte. No sé dónde. Sólo sé que no está donde las mujeres creen.”

La descripción del primer encuentro con el comerciante chino es muy Duras, muy directa, muy complicada y sencilla a la vez. Porque en cada palabra hay seguro un secreto guardado de Duras que uno no llegará a comprender jamás. Pero así es la obra completa de la escritora francesa un dulce enigma para leer y volver a leer e intentar descubrir en cada lectura un poco más de todo lo que nos ofrece.

“Le ha arrancado el vestido, lo tira, le ha arrancado el slip de algodón blanco y la lleva hasta la cama así desnuda. Y entonces se vuelve del otro lado de la cama y llora. Y lenta, paciente, ella lo atrae hacia así y empieza a desnudarlo. Lo hace con los ojos cerrados, lentamente. El intenta moverse para ayudarla. Ella pide que no se mueva. Déjame. Le dice que quiere hacerlo ella. Lo hace. Le desnuda. Cuando se lo pide, el hombre desplaza su cuerpo en la cama, pero apenas, levemente, como para no despertarla.”

“Ella no lo mira a la cara. No lo mira. Lo toca. Toca la dulzura del sexo, de la piel, acaricia el color dorado, la novedad desconocida. El gime, llora. Está inmerso en un amor abominable.
Y llorando, él lo hace. Primero hay dolor. Y después ese dolor se asimila a su vez, se transforma, lentamente arrancado, transportado hacia el goce, abrazado a ella.
El mar, informe, simplemente incomparable.”

El párrafo que cierra esta novela es, a mi parecer, uno de los más bellos de la literatura.

“Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, llegó a París con su mujer. El le telefoneó. Soy yo. Ella le reconoció por la voz. El dijo: sólo quería oír tu voz. Ella dijo: soy yo, buenos días. Estaba intimidado, tenía miedo, como antes. Su voz, de repente, temblaba. Y con el temblor, de repente, ella reconoció el acento de China. Sabía que había empezado a escribir libros. Lo supo por la madre a quien volvió a ver en Saigón. Y también por el hermano menor, que había estado triste por ella. Y después ya no supo qué decirle. Y después se lo dijo. Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte.”

Duras escribió “El amante” con 70 años. Acababa de pasar por una profunda crisis psíquica debido al alcohol. Fue una mujer con un encanto especial, una magistral escritora al que el escritor francés André Gide, Premio Nobel de Literatura en 1947, y gran defensor de los derechos de los homosexuales, definió como “el mejor escritor en francés”.
El célebre cineasta francés Jean- Jacques Annaud llevó al cine esta autobiografía. Pero quien mejor explica los secretos de esta novela es la propia escritora en una entrevista a un canal francés.

© 2010 Araceli Cobos

13Oct/10

UNA HABITACIÓN CON VENTANA A AMÉLIE NOTHOMB

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“Aquellos que creen que leer es una evasión están en las antípodas de la verdad: leer es verse confrontado a lo real en su estado de mayor concentración; lo cual, extrañamente, resulta menos espantoso que tener que vérselas con perpetuas diluciones.”

Este fragmento del libro “Antichrista” de Amélie Nothomb (Japón 1967) dice mucho sobre la lectura y sobre la propia autora. Es “Antichrista” un buen libro para acercarse a esta escritora belga. Siempre sorprendente en sus entrevistas y en sus libros, Nothomb escribe tan de verdad que parece que nadie conociera su universo literario o no lo quisiera conocer, de ahí viene el misterio que le rodea a ella y el éxito que tienen su obras.
Este libro relata la extraña amistad de dos adolescentes Blance y Christa que se crea mientras estudian en la Universidad de Bruselas. Ahonda Nothomb en una amistad, que aunque parezca rara, se da en muchas ocasiones, esa amistad basada en la sumisión y la crueldad.
El libro sigue el patrón habitual de la escritora, frases directas, temas directos, personajes auténticos, vivacidad.

Blanche, la víctima, además de tener que sumergirse en la amistad de Christa, tendrá que luchar contra la indiferencia de sus padres hacia ella:

“Yo no intentaba defenderme. ¿Para qué intentar explicarles que era invisible? Creían que yo era altiva, que despreciaba los placeres propios de mi edad: me habría encantado hallar el manual de instrucciones de mi adolescencia, pero resultaba imposible sin la mirada de alguien. Mis padres no me miraban, puesto que ya habían decidido que era “demasiado buena, carente de vitalidad, etcétera”. Una mirada auténtica carece de ideas preconcebidas. Si unos ojos auténticos se hubieran posado en mí, habrían visto una pila atómica, un arco tensado al máximo, pidiendo sólo una flecha o un blaco, y proclamando a gritos su deseo de recibir ambos tesoros.”

Blanche vive en su mundo, en su mundo inteligente pero aún no asimilado, ni tan siquiera, por ella misma:

“Me tumbaba en la cama, que volvía a ser la mía. Redescubría el mayor lujo de este planeta; una habitación propia. Un lugar en el que uno goza de una paz real. Flaubert necesitaba una habitación en la que declamar a gritos, yo o podía vivir sin un lugar donde soñar, una habitación en la que no hubiera nada ni nadie, ningún obstáculo que dificultara el vagabundeo infinito de la mente, en la que el único decorado era la ventana: cuando una habitación tiene una ventana, significa que uno tiene su parte de cielo. ¿Para qué pedir más?.”

© 2010 Araceli Cobos

08Oct/10

BASTA ASÍ, ÁNGEL GONZÁLEZ

BASTA-ASiaNGELGONZaLEZ

“Si yo fuese Dios
y tuviera el secreto,
haría
un ser exacto a tí;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
(…)

Este fragmento de poema, titulado “Me basta así” es del genial poeta Ángel González, y pertenece a su libro “Palabra sobre palabra”, escrito en 1965.
Ángel González (Oviedo 1925, Madrid 2008) fue uno de los grandes, uno de los grandes poetas de la Generación del 50.
En enero de 1996 fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua Española en el sillón “P” sustituyendo al escritor Julio Caro Baroja.
González llena su obra de intimismo y poesía social con una ironía que sólo el puede manejar. Los asuntos cotidianos en sus manos se resuelven con un lenguaje coloquial, accesible, claro. Rasgos que acompañan a los colegas de generación como José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, o José Manuel Caballero Bonald.
La madrugada del 12 de enero de 2008 falleció el poeta, a los 82 años, en Madrid, a causa de la insuficiencia respiratoria crónica que padecía.
En 2009, Joaquín Sabina le dedica la canción “Menos dos alas” incluida en su disco “Vinagre y rosas”, escrita junto a Benjamín Prado.
Les invito a leer a González, un gran poeta, no se puede decir más, basta así.

De “Me falta una palabra, una palabra”, de su poemario “Áspero mundo”, escrito en 1956.

“Me falta una palabra, una palabra
sólo
(Un niño pide pan; y yo pido menos).
Una palabra dadme, una sencilla
palabra que haga juego
con…
(Qué torpes
mujeres sucias me interrumpen
con su lento
llorar…)
Comprended: cualquiera de vosotros,
olvidada en sus bolsos, en su cuerpo,
puede tener esa palabra.
(Cruza más gente rota, llegan miles
de muertos.)
La necesito: ¿No veís
que sufro?
(Casi la tenía ya y vino ese hombre
ceniciento.)
Ahora…
¡Una vez más!
Así no puedo.”

© 2010 Araceli Cobos