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06Mar/12

LA CASA TORCIDA DE AGATHA CHRISTIE

«Este libro es uno de mis favoritos. Lo pensé durante años. dándole vueltas, planteándolo y diciéndome a mí misma: «Un día, cuando tenga tiempo y quiera realmente disfrutar, ¡lo empezaré!». Con estas palabras, la escritora inglesa Agatha Christie (Torquay 1890, Wallingdorf 1976), comenzaba su libro «La casa torcida». En el prefacio que la autora escribió, nos deja claro que, para ella, escribir » The Crooked House» fue «un auténtico placer».
No figura esta novela entre mis preferidas de la autora. Cuando alguien me ha preguntado que novela podría leer de la inglesa, confieso que siempre he dicho las mismas: «El asesinato de Rogelio Ackroyd», «Muerte en el Nilo»,» Asesinato en el Orient Express», «Diez negritos», o «Cianuro Espumoso». Son algunas de mis preferidas, sin duda.
Pero quería señalar ésta en mi blog como homenaje a esta gran escritora que tantos buenos ratos nos ha hecho pasar, a muchos, desde nuestra adolescencia. Christie siempre fue una autora generosa. Nos invitaba a investigar con ella, nos daba pistas, nos hacía pensar.¡ Cuántos buenos ratos hemos pasado junto a Hércules Poirot o Miss Marple!.
«La casa torcida» es un libro que guarda infinitas sorpresas, que hace dudar hasta el final. La familia Leonides se ve envuelta en una serie de asesinatos. Alguien ha acabado con la vida del viejo multimillonario griego Aristide Leonides ante el estupor de toda su familia. Todos son dignos sospechosos en la historia, y todos tantos dignos inocentes como culpables. «La casa torcida» se convierte en una ratonera para los miembros de la familia Aristides. Todos tienen miedo de permanecer en ella. Saben que el asesino está entre ellos, desayuna y duerme bajo el mismo techo.
El narrador, prometido de una de las nietas del patriarca familiar, nos va contando los hechos que el mismo vive en primera persona. El padre del narrador, se da la circunstancia, de que lleva el caso junto con el inspector Taverner.
En una de las conversaciones que mantienen el hijo y el padre, este último le intenta explicar algo, que la inglesa sabía a la perfección.

«-¿Cómo son los asesinos? Algunos de ellos, una sonrisa melancólica asomó a su rostro, han sido unos chicos extraordinariamente simpáticos.
Creo que me sobresalté ligeramente.
-Sí, sí, muy simpáticos, insistió. Tipos corrientes, como tú y como yo, o como el que acaba de salir, Roger Leonides. El asesinato es cosa de aficionados. (…) Muchas veces se tiene la impresión de que estos hombres agradables y corrientes cayeron en el asesinato casi por accidente. Se encontraban en una situación muy difícil o deseaban algo apasionadamente, dinero o una mujer, y mataron para conseguirlo. El freno que sirve para la mayoría de nosotros no actúa sobre ellos. Un niño convierte su deseo en acción sin remordimiento. Un niño se enfada con su gatito, dice «te mataré» y le golpea en la cabeza con un martillo ¡y luego se le destroza el corazón porque el gatito no vuelve a la vida! Muchos niños tratan de sacar de su cochecito a su hermanito menor para ahogarlo porque les roba la atención de los mayores o porque les molesta en sus juegos. A edad muy temprana llegan a un grado en el que saben que eso está mal»; es decir, que si lo hacen los castigarán. Más tarde, sienten que está mal. Pero sospecho que algunas personas no maduran normalmente. Saben que el asesinato es malo, pero no lo sienten. Como resultado de mi experiencia, no creo que ningún asesino se haya arrepentido realmente. Puede que ésta sea la marca de Caín. Los asesinos son seres aparte, «diferentes». El asesino es malo, pero no para ellos. Para ellos es necesario, la víctima «se lo ha buscado», era «la única solución».

La inteligentísima Agatha Christie nos desvela mucho en este párrafo. Ya se sabe, hay que estar atento al mínimo detalle, a la palabra más insignificante, al gesto más anodino, si uno quiere llegar a se alguien en este mundo del misterio. Disfrutad de la inglesa y de la gran familia griega.