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13Mar/20

HISTORIAS DE TILL EULENSPIEGEL. THOMAS MURNER

Tunante, truhán, pillastre, perillán,.. y además herrero, panadero, costurero, afamado médico, ladrón de gallinas, sabio berlinés en Praga, cocinero, peletero, pintor, maestro y mil cosas más. Todos estos adjetivos y oficios caben en una figura tan simpática y traviesa como la de Till Eulenspiegel. ¿Qué quién es este personaje? Pues según lo que se dice en el prólogo del libro titulado Historias de Till Eulenspiegel, el héroe de las historias que en el volumen se recogen «no es un personaje imaginario». «Según las más autorizadas enciclopedias germanas, y conforme puede leerse en los estudios bibliográficos que llevan muchas de las múltiples ediciones del libro cuya adaptación sigue, el travieso Till ha existido realmente, aunque no pueda decirse a punto fijo en qué época y lugar.»

Till Eulenspiegel es un personaje del folclore del norte de Alemania. Según la tradición el tunante nació en Kneitlinger en torno a 1300 y murió en 1350 en Mölln en 1350, después de haberse recorrido gran parte de Alemania y haber extendido sus aventuras y maldades por todo el país además de por Dinamarca o Roma.

En el libro se explica que uno de los goces principales de Eulenspiegel era «divertirse perjudicando al prójimo». Le encanta divertirse y la burla a los demás. Una de las características de Till es fingir no entender cuanto se le dice, por ejemplo, tomando literalmente expresiones figuradas, para burlarse de la gente.

En el prólogo se aclara que en 1515 «Th. Murner, sin más trabajo, según confesión propia, que recoger de labios de unos y otros aventura tras aventura, compuso el relato de las de Eulenspiegel, que, más o menos completas, conocían ya entonces todos los moradores de la Baja Alemania, por habérselas contado sus abuelos, quienes, a su vez, las oyeran referir a los suyos o a sus bisabuelos, dándolas siempre como auténticas de un sagaz campesino de aquellas tierras.»

Thomas Murner (Oberehnheim, 1475-1537) fue un poeta y traductor alemán. En sus sátiras criticó la corrupción de sus tiempos, la Reforma, y especialmente la figura de Martin Lutero. Hizo una traducción de la Eneida de Virgilio (1515) dedicada al emperador Maximiliano I.

La vida de Till fue extraña desde su bautizo. «Efectuada la ceremonia religiosa, trasladóse la comitiva, según costumbre, a una cervecería; y tanto se bebió allí a la salud del nuevo cristiano, que todos salieron del establecimiento más o menos monas; no es de extrañar, pues, que la persona que tenía el encargo de llevar el niño, lo dejara caer en una charca a los pocos pasos. Por fortuna, no se ahogó nuestro héroe; pero sacáronle en tal estado de barrizal, que llegando a casa hubo que fregarle materialmente con estropajo y jabón, aclarándolo después en agua limpia; por manera que quedó la impresión de que Till fue bautizado tres veces: una en la pila de cristianar, otra en el charco y la última en una palangana.»

En cuanto Till pudo andar «comenzaron sus travesuras; la primera maldad fue nuncio de ininterrumpida serie, que llevaba trazas de no terminar jamás; no se estaba quieto un momento y todo lo revolvía, de suerte que más parecía mico que humana criatura.» Pronto los vecinos del pueblo comienzan a odiarle y su padre recibía continuas quejas de éstos.

Estando ya más crecidito, el chico buscó empleo y esta empresa le llevó a recorrerse muchos lugares de Alemania, un clérigo le admitió de criado, después se hizo pasar por un hombre volador, ladrón de gallinas fue después, y muchas otras cosas más.

En Bamberg protagonizó, a mi parecer una anécdota tan divertida como ingeniosa e inteligente. «En busca de nuevo hospedaje dirigióse Eulenspiegel a un mesón de menos categoría que el anterior, y esperó allí la hora de la comida. Tardaban mucho en prepararla; tanto, que el dueño, observando las marcadas muestras de protesta de los parroquianos, hubo de decirles:

-El que se canse de esperar, que coma al aire libre.

Nuestro héroe, aprovechando el desconcierto que allí reinaba, escabullóse, y logró, sin ser visto, colarse en la despensa, donde a su antojo pudo engullir cuanto vínole en gana. Al servirse la comida no se acercó a la mesa. Preguntóle el mesonero la causa, y Till respondió que habíase saciado con el olor de los guisos.

-Pues pagadme, ya que habéis quedado satisfecho, díjole el dueño de la posada, sospechando la treta.

Sin replicarle sacó una moneda Eulenspiegel, hízola sonar en el mostrador, y embolsándosela nuevamente, replicó:

-Amigo hostelero, ¿habéis oído el timbre de mi moneda?

-Sí, respondióle el mesonero, pues tengo nada de sordo.

A lo que Till repuso:

-Siendo así, daos por pagado, ya que con el olor he de considerarme «comido».

Esta historia, a mi parecer es una metáfora de los objetos con los que se representa al pillastre: un búho y un espejo. Creo que el búho puede significar la inteligencia, la rapidez mental y el espejo, un reflejo de cómo se comporta la sociedad. No sólo es él el truhán, los demás también lo intentan, aunque no lo consigan. El porta el espejo y les hace ver como son ellos en realidad.

En una de las historias, cuando se hace pasar por un afamado pintor y es contratado por un duque para que pinte una tela, nos recuerda al cuento que el escritor danés Hans Christian Andersen (Odense, 1805, Copenhague, 1875) escribió muchos años después, El traje nuevo del emperador. » (…) advirtió al dueño del palacio que, por arte de magia o de alquimia, el que no era entendido en la materia nada podía ver. (…) Y se puso a describirle las imaginarias figuras con tanto detalle y precisión, que el magnate, aunque nada veía, no atreviéndose a confesar lo que hubiera significado ignorancia, felicitóle calurosamente por el acierto.»

Como siempre, el espacio, juega en contra de todo lo que aquí escribiría. Son muchas las aventuras pícaras de Till que me gustan, pero aquí les dejo con la última y les invito a que lean este libro que, seguro, les sacará una sonrisa.

El suceso tiene lugar en Erfurt. Allí Till se compromete ante los catedráticos de la Universidad a que enseñará a leer » a la criatura más desprovista de inteligencia.» El claustro le designa a un asno. Till lejos de achantarse colocó entre la roídas hojas de un libro grande granos de avena y acercó el hocico del animal al volumen. «Este, que olía el grano, volvía las hojas con la lengua e iba comiéndose la avena; y cuando ya no encontraba más, levantaba la cabeza lanzando un «¡I! ¡A!». Till le comunica al rector que el asno ya sabe dos letras por si quisiera escucharle ya.

«Una vez en la cuadra el catedrático, colocó Till el libro en el pesebre. Al verlo el asno, inmediatamente comenzó a pasar las hojas; y no encontrando granos de avena, gritaba: «¡I! ¡A!. ¡I! ¡A!». En vista de lo cual, el profesor creyó era justo que Till cobrara y dio orden de que se le pagase la primera de las primas estipuladas.

Pocos días después murió el bueno del rector de la Universidad de Erfurt, lo cual fue una suerte para Eulenspiegel, pues el rucio no pasó del «¡A! ¡I!».