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08Sep/13

AQUELLOS VERANOS. GUADALUPE NETTEL

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Del día 12 al 16 de agosto de este verano, el diario El Pais publicó cinco artículos de la mexicana Guadalupe Nettel (México, 1973). Los artículos me encantaron y han hecho que me interese inmediatamente por esta escritora hasta ahora desconocida para mí.
Con esto quiero decir que, en muchas ocasiones, tanto los escritores como las obras de estos llegan a nosotros de una forma mucho más curiosa de la que podríamos llamar, ordinaria (ir a una librería, preguntar al librero por una autor, y comprar el libro). Y esto me gusta bastante, toparme con un escritor bien dentro de un artículo, dentro de una película, de una canción… Confieso, por ejemplo, que conocí a Jacques Prevert (Neuilly-sur-Seine, 1900, París, 1977) gracias a un libro abandonado de él que había en las estanterías de una pequeña boutique donde entré un día para comprarme un jersey. Una mujer elegantemente vestida, menuda y bastante guapa lo llevaba asomando en su bolso. Observé a la mujer y después la perdí de vista. Minutos después, descubrí el libro allí esperándome. Pregunté por la mujer, porque sabía que era de ella, pero ya se había ido. ¿Lo dejó queriendo? ¿Se daría cuenta de que la observaba y también a su libro? Gracias a aquella mujer conocí a este gran poeta.
Volviendo a Nettel, tengo que decir que estoy deseando leer alguno de sus libros. Su última novela se titula «El matrimonio de los peces rojos». Ya tengo ganas de abrirlo. Mientras tanto, por si ustedes aún tampoco la conocen, dejaré un extracto de cada uno de sus artículos por si les llama la curiosidad y pueden ojearlos.

Artículo 1: «Saraswati», publicado el lunes 12 de agosto de 2013
La entrada a este artículo explica ante que historia nos encontramos y lo que nos relatará en los siguientes.

«Durante los años setenta, una familia fragmentada se reúne por primera vez en la casa de la playa de la abuela paterna. El aislamiento da rienda suelta a la neurosis, así como a diversos sentimientos encontrados. Cada uno de estos cinco cuentos se centra en el punto de vista de uno de los personajes, en su historia personal y en su versión de aquellas vacaciones decisivas.»

Este primer artículo comienza así:

«Fui una niña sumisa y timorata. Mis hermanas y yo crecimos en una familia experimental, como las que abundaban en los años setenta. Nuestro padre, escultor de profesión, era, por paradójico que suene, un fundamentalista del hipismo. (…)
El interés por la India y su mitología lo acompañó desde muy joven, de ahí los nombres que nos distinguieron durante toda nuestra escolaridad: Uma, Saraswati y Kali. Quizás, por el hecho de vivir tan cerca de él, para mi hermana menor y para mí la personalidad de mi padre nunca representó un problema. Dicen que cuando uno se encuentra en el ojo del huracán no sufre sus estragos. A diferencia de Kali y de mí, Uma era hija del primer matrimonio de papá con una modelo francesa a la que abandonó por mi madre. (…)»

Saraswati se centra en Uma, y como todo giraba en torno a ella. De como su hermana se daba cuenta del poder que tenía y empezó a abusar de él. Su padre, al abandonar a su madre y dejarla a ella en Francia, de alguna manera había roto su vida, así es que sentía que tanto Kali como Saraswati, en ese sentido, eran unas privilegiadas, ya que habían tenido una familia que ella nunca tuvo. Al encontrarse en la playa ese verano, en casa de la abuela, todos querían agradarla, de ahí que ella abusara de todo y todos.

«En realidad, no resulta tan extraño que a una adolescente le dé por avergonzarse de sus parientes, más raro es que toda una familia se haya doblegado a ella. Las vacaciones, ese periodo extraordinario que nos aleja de la vida cotidiana y nos coloca, sin las barreras asépticas de la rutina, a merced de nuestros familiares, son el espacio perfecto para que afloren las tensiones ocultas y todos los síntomas de nuestra neurosis.»

Artículo 2: «Uma», publicado el martes 13 de agosto de 2013
Aquí tenemos la visión de Uma, la francesa, la hermana «abandonada».

«Durante muchos años viajé a Bacalar, una ciudad casi desconocida donde mi abuela paterna tenía una casa junto al mar. En ese entonces, yo vivía en Francia, con mi madre, quien trabajaba como jefa de prensa en una agencia de modelos. Papá, en cambio, vivía en México con su segunda mujer. Aunque dejaron muy pronto de vivir juntos, él y mi madre se tuvieron siempre un cariño profundo. Papá era escultor y pasaba por Francia uno o dos veces al año por cuestiones de trabajo. Al hacerlo, siempre se hospedaba en nuestro apartamento de la rue Sebastien Bottin. Durante ese par de semanas, se integraba perfectamente a nuestra vida familiar: compartía cama con mi madre y actuaba con ambas como si nunca se hubiera ido.»

«A diferencia de su comportamiento en Francia, donde se mantenía discreto, en México, por influencia de su nueva mujer, mi padre era un auténtico salvaje. Aunque ambos procuraban que no nos diéramos cuenta, mis hermanas y yo sabíamos que fumaban marihuana y bebían todas las noches. Criticaban con vehemencia a los vecinos del pueblo, a quienes llamaban reaccionarios o conservadores, y mandaban dinero a la selva, donde vivían sus amigos revolucionarios que luchaban en contra del Gobierno.»

«Nosotras nos queríamos ser las chicas «hippies» del pueblo. Queríamos ser como todas las demás.»

Y aquí viene lo interesante, como Uma aclara su soberbia, su presunta soberbia:

«Mis hermanas nunca habían salido de la península de Yucatán. No conocían París y tampoco ninguna ciudad europea. Por eso, y porque pensaban que yo encarnaba el estilo de vida al que aspirábamos, me sentí obligada a asumir el liderazgo de lo que en el fondo apoyábamos todas, incluida mi abuela: la revolución «anti-hippie». Con la venia de mis dos hermanas, instalamos nuevos hábitos y nuevos modales dentro de la casa, reglas de comportamiento que todos debían seguir.»

«Como ocurre siempre que un nuevo régimen acaba de instaurarse, al principio hizo falta mano dura para defenderlo y muy a mi pesar asumí la desagradable tarea de reprimir a todo aquel que infringiera las reglas. (…) Por la sonrisa de mis dos hermanas menores y su actitud siempre dócil y cariñosa, comprendí que no lo estaba haciendo mal.»

Artículo 3: «Padre de familia», publicado el miércoles 14 de agosto de 2013
«He vivido con muchas mujeres a lo largo de mi vida. Lo femenino ha inspirado mis esculturas desde el comienzo de mi trayectoria y está presente hasta en las más abstractas, aunque sea de manera sugerida.»

«A pesar de lo que opina la gente, soy un hombre esencialmente romántico. Estoy seguro de que, en algún lugar del mundo, existe una mujer perfecta para mí, y que, al igual que yo, ella me está esperando.»

«Los hombres somos destructores por naturaleza. Basta estudiar un poco las principales cosmogonías de la tierra para darse cuenta de que el principio masculino siempre acaba fragmentando la armonía».

«Me hubiera gustado que, en una misma casa, vivieran mi madre y mis dos primeras mujeres con nuestras tres hijas. Hubo un tiempo en que intenté poner en marcha este proyecto. Le escribí a mamá, quien tenía una residencia en la playa en al península, y le pedí que nos invitara a pasar un verano con ella.»

«Mis hijas se entendieron perfectamente, mi madre se enamoró de sus nietas, mi mujer entabló con mi hija mayor lazos inesperados de complicidad. (…) Lo único desconcertante fue el rechazo que Uma desarrolló hacia mí durante las vacaciones.»

«Uma empezó a aparecer en mis sueños con la forma de la diosa que lleva su nombre y, al hacerlo, me aseguraba que era ella la encarnación de aquella mujer con la que siempre había fantaseado. Para entonces mi hija mayor rondaba los dieciséis. Su cuerpo era el de una mujer madura, en plena fertilidad. La duda amorosa, que tanta destrucción había causado a mi alrededor, volvió a aparecer con toda su fuerza y, lo que es peor, con mi propia hija. Fue por amor a ella, y a todas las demás, por lo que prescindí de mi proyecto de vida comunitaria y no volví a convocar jamás a la familia.»

Artículo 4: «Madelaine», publicado el jueves 15 de agosto de 2013
«El matrimonio, y sobre todo la reproducción, deberían estar vetados para personas inmaduras. Cuando tenía veinte años cometí el error de enamorarme de Víctor, un chico mexicano apenas mayor que yo con mucho talento para las artes plásticas. Nos conocimos en París, durante una exposición colectiva que organizó el Palais de Tokyo, sobre artistas noveles del mundo.»

«Admiramos más a quienes no están junto a nosotros. Uma no había vivido de cerca el egocentrismo y la arbitrariedad de su padre, y, por supuesto, no podía sospechar todos los defectos que se derivaban de estos. Nos sabía, por ejemplo, lo malhumorado y grosero que puede ser mientras está trabajando. El hipismo de su padre la hacía soñar y, de alguna manera, determinó su carácter: Así, a los 14 años, Uma viajó sin mi consentimiento haciendo autoestop por varias ciudades de Francia, y durante ese trayecto se aficionó a la marihuana.»

Artículo 5: «Carta», publicado el viernes 16 de agosto de 2013
En esta última entrega, es la madre de Víctor, y abuela de las niñas, la que escribe una carta a su hijo.

«Eres mi único hijo y sabes que te quiero sobre todas las cosas. Pertenecemos a dos generaciones muy distintas y entre nosotros existe un abismo ideológico. Lo que para ti es natural, para mi es simplemente impensable. Aún así apoyé tu estrambótica idea de instaurar en mi casa una comuna con tus dos esposas y sus respectivas hijas.»

«Me alarmé la primera vez que te descubrí mirándola sobre la arena con esa expresión que ya no era dulce sino de franca lujuria, pero no dije nada.»

«Fui yo la responsable de que Uma volviera antes de lo previsto a París. Llamé a su madre y, tras explicarle la situación, le pedí que adelantara su billete. Eres mi hijo y ella mi nieta. Los amo a los dos y por eso no voy a permitir que cometas ningún crimen.»

Me parece muy interesante como Nettel nos explica esos veranos de la familia en los que cada uno ha sentido algo diferente, a visto cosas muy distintas, ha callado lo que han querido o podido y ha sufrido y amado sin límites.

30Ago/13

TERNURA. GABRIELA MISTRAL

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Podría contar muchas cosas de Gabriela Mistral ( Vicuña 1889, Nueva York, 1957), pero todo está dicho ya. La escritora chilena, poeta, diplomática y feminista, enclavada en el modernismo fue la primera americana no estadounidense en ganar el Premio Nobel de Literatura, galardón que recibió en 1945. Esto y muchísimo más se puede encontrar en cualquier biografía. Una vida intensa e interesante, sin duda, es la que vivió Lucila Godoy, su verdadero nombre.
Mistral se abre en cada una de sus obras, se abre y nos enseña su intimidad llena de dolor, el corazón lleno de amor. Por ejemplo, un amor trágico es el que inspira su primer libro titulado «Desolación» (1922).
Después Mistral, cantó su amor por los niños, por la tierra, por los más indefensos,…y siempre con maestría.
Entre sus libros me gustaría destacar «Ternura» escrito en 1924, del que hoy les hago llegar este poema. ¿Y por qué este y no otro? Porque me parece muy significativo que el poema «Canción de cuna» guarde tanto amor, tanta verdad. Y no sólo por eso, porque lo increíble de este poema es que Mistral no tuvo hijos, y por eso, estos versos son aún más conmovedores. Sueña con la maternidad, la alcanza en el verso.
Todo es sencillo, tierno, los diminutivos que emplea, las alusiones a la naturaleza,… Un poema sencillo, grandioso.

Canción de cuna

Velloncito de mi carne,
que en mi entraña yo tejí,
vellocino friolento,
¡duérmete apegado a mí!

La perdiz duerme en el trébol
escuchándole latir:
no te turben mis alientos,
¡duérmete apegado a mí!

Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir,
no te sueltes de mi pecho:
¡duérmete apegado a mí!

Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo de dormir.
No resbales de mi brazo:
¡duérmete apegado a mí!

El poema lo pueden encontrar en el libro «Ternura» de la editorial Espasa-Calpe (Col. Austral, 503)

20Ago/13

NIÑA. OCTAVIO PAZ

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Niña

«Nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento y pleno,
anegando los aires,
verde deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.

Nombras el cielo, niña.
Y el cielo azul, la nube blanca,
la luz de la mañana,
se meten en el pecho
hasta volverlo cielo y transparencia.

Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
baña la tierra negra,
reverdece la flor, brilla en las hojas
y en húmedos vapores nos convierte.

No dices nada, niña.
Y nace el silencio
la vida, en una ola
de música amarilla;
su dorada marea
nos alza a plenitudes,
nos vuelve a ser nosotros, extraviados.
¡Niña que me levanta y resucita!
¡Ola sin fin, sin límite, eterna!

¡Qué grande es Octavio Paz! ¡Qué bello es este poema! El poder del amor, la intensidad de la palabra. Las realidades como el árbol, el cielo, el agua tienen un sentido especial cuando la niña los nombra ¿Por qué? Porque lo nombra el ser que ama, la mujer que ama que es esa niña que todo lo hace mágico. El poema llega a la plenitud, le levanta y le resucita. Siente, con ella el amor eterno.
Siempre me gustó esta poesía del escritor mexicano Octavio Paz (Ciudad de México 1914-1998 ). Paz, una figura intelectual de profundo humanismo. Ha obtenido numerosos galardones, entre ellos el Premio Cervantes en 1981 y el Premio Nobel de Literatura en 1990.
Su obra lírica está recogida en títulos como «Libertad bajo palabras», «Salamandra», «Este», «Ladera»,… En toda esta obra se ve como va nadando desde las posturas neorrománticas a actitudes más vanguardistas e incluso llegando a poemas de alcance filosófico y por supuesto al surrealismo.
Se ha dicho de él que es un gran renovador de la poesía en español por sus constantes experimentos con la palabra.
Se ha dicho de él que es un poeta de gran lirismo. Sus versos están cargados de imágenes de gran belleza, sin duda.
Pero yo diré que además, y no diré nada nuevo, es uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos y uno de los más influyentes escritores del siglo XX.
Les invito a que descubran su obra y su vida, interesantísima.
El poeta que nadaba en todas las corrientes pero, que sin embargo, nadie pudo encasillar.

10Ago/13

LA BENDITA JUVENTUD. CLAUDIO RODRÍGUEZ

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Tenía muchas ganas de incluir en el blog a este poeta que a mí siempre me ha resultado enigmático, aunque no sabría explicar la razón. Hablo de Claudio Rodríguez (Zamora 1934, Madrid 1999).
Con tan sólo 18 años gana el Premio Adonais con la obra «Don de la ebriedad», considerado por la crítica como uno de los libros más brillantes de la segunda mitad del siglo XX en español. Este libro impresionó muchísimo a Vicente Aleixandre con el que el poeta zamorano mantuvo una amistad profunda. Fue también amigo de Leopoldo Panero y Luis Rosales.
En 1993 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Es un poeta íntimo, sobrio de gran densidad estilística, a mi parecer.
Aquí quiero destacar y homenajearle con uno de sus poemas que está entre mis favoritos de este autor. Se titula «Amanecida».

«Dentro de poco saldrá el sol. El viento,
aún con su fresca suavidad nocturna,
lava y aclara el sueño y da viveza,
incertidumbre a los sentidos. Nubes
de pardo ceniciento, azul turquesa,
por un momento traen inquietud, levantan
la vida y engrandecen su pequeña
luz. Luz que pide, tenue y tierna, pero
venturosa, porque ama. Casi a medio
camino entre la noche y la mañana,
cuando todo me acoge, cuando hasta
mi corazón me es muy amigo, ¿cómo
puedo dudar, no bendecir el alba
si aún en mi cuerpo hay juventud y hay
en mis labios amor?

«(…) ¿cómo puedo dudar, no bendecir el alba
si aún en mi cuerpo hay juventud y hay
en mis labios amor?»

Estos últimos versos que aquí destaco son impresionantes. Se ha fundido totalmente con la naturaleza a lo largo del poema y después ha llegado la alegría de saberse joven y tener la suerte de poder disfrutar de ese sol, que pronto saldrá. Es una idea muy romántica. De hecho estuvo muy influenciado por los románticos ingleses.
A mí este poema, personalmente me recuerda mucho a los trabajos del genial William Wordsworth, su ritmo, su hondura y de que manera tan directa y tan plena llega al lector. Simplemente perfecto.

11Jul/13

EL ARTE DEL MICRORRELATO. SALVADOR ROBLES

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Exhausto tras una jornada laboral entre computadoras y números, en cuanto llegó a casa, el ingeniero informático apagó el teléfono celular, introdujo un disco en el reproductor y, mientras la música de Rachmaninov instauraba el presente en la estancia, con los ojos fijos en la fotografía enmarcada que colgaba de la pared, su mente se iluminó con el fulgor de la clarividencia. En ese momento, el hombre supo con toda certeza lo que era la creación. La creación era lo que hacía en aquellos momentos: tocar la belleza con la punta de los dedos de los sentidos. La belleza era la música. La belleza era el amor. La belleza nunca podría ser una máquina.

EL MINUTO MÁS HERMOSO

Era un joven judío y, pese a sus múltiples esfuerzos, no había podido ocultarlo, por eso formaba parte de la cola de presidiarios que aguardaba su fatídico turno delante de la cámara de gas. Pero también era un ser humano dispuesto a morir con dignidad. Y en su escala de valores el rasgo más digno de un hombre lo constituía su bondad.

Delante de él se encontraba Raquel, su vecina, la que siempre había estado enamorada de él. El joven alargó el brazo, estrechó la mano temblorosa de la muchacha y, antes de cruzar el umbral de la bóveda mortuoria, se despidió del mundo pronunciando una formidable mentira.

-Te amo, siempre te he amado -susurró en el oído de Raquel.
Un minuto después, los dos jóvenes fueron gaseados. Y Raquel murió sin sentir dolor, anestesiada por la certeza del amor. Sus veintidós años le habían conducido al último minuto, el más hermoso de su vida.

EL FINAL DEL CUENTO

Cuando el hacedor de cuentos se disponía a cerrar su taller a la hora de costumbre, las nueve de la noche, recibió la inesperada visita de un niño de unos diez años que llevaba un cerdito de barro entre las manos, como una ofrenda.
-¿Qué haces por aquí a estas horas, chaval? ¿Para qué traes esa hucha contigo?
-Estoy aquí para comprarle un cuento, y traigo el cerdito para poder pagarle.
-¿Un cuento para ti?
-No, para mis padres. No se soportan.
-Si no se soportan, no podré inspirarme en ellos para escribir un cuento con final feliz. Resultaría inverosímil, y yo sólo escribo cuentos verosímiles.
– Lo sé, señor; yo sólo quiero que me haga un cuento que tenga un final.

Tuve la grandísima suerte de conocer al escritor Salvador Robles (Águilas, Murcia, 1957), hace ya algunos años en Bilbao, ciudad, en la que por cierto, reside desde los diez años. Nadie como Salvador es capaz de escribir unos «microrrelatos» tan bellos. Nadie. Domina el género. Lo he comprobado después de estar leyendo a este escritor excepcional y mejor persona durante muchos años y a otros muchos que quieren acercarse a este género que encierra tantas dificultades a la hora de escribir, un género que llega a los lectores como un trozo dulce de literatura, como un bombón que uno pudiese degustar en apenas un minuto con la certeza de que el sabor quedará para siempre.
De Robles, escritor y documentalista del diario El Correo, empecé a leer sus novelas. En concreto «Noche Clara». La evolución de sus obras, a mi parecer, ha sido notoria. Las últimas dos novelas «Contra el cielo» y «El último día el primero», publicadas en Editorial Paréntesis, son dos magníficos trabajos que les invito a leer este verano. Y por supuesto «Pequeñas palabras» donde encontrarán muchos más microrrelatos.

Robles, licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Deusto, que ama la literatura de Tosltoi y Dostoievski es, además, un gran conversador y sobre todo un gran observador de la vida que le rodea, de las personas con las que trata. Tremendamente amable y educado, y con porte de caballero inglés admite que los temas más recurrente en sus textos son: la redención, lo ordinario elevado a la categoría de extraordinario, y el poder catártico de la literatura.

Aquí les dejo estos tres microrrelatos con los que ustedes puedan endulzarse el día. «El minuto más hermoso» es mi preferido, encierra tanta belleza…
Gracias a Salvador Robles por hacernos la vida más bella con sus escritos.
Aquí les dejo una de las reflexiones del escritor:

«La vida es un constante cambio, y lo ideal es cambiar a mejor a golpe de vivencias, con literatura o sin ella, con microrrelatos o sin ellos. Yo escribo para transmitir mi concepción de la vida. Pero para llegar al lector, antes he de poner en orden mis ideas, o sea, entenderme mejor a mí mismo y al mundo que me rodea. Al escribir, aprendes, y, con lo que aprendes, luego, tal vez, enseñes. Depende de lo que haga el lector con lo que ha leído. Me conformo con fomentar la reflexión y suscitar en el lector las ganas de seguir leyéndome en el futuro… inmediato. Nada más y nada menos.»

25Jun/13

RAINER MARIA RILKE. SOLEDAD O FINAL

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Rainer Maria Rilke ( 1875, en Praga, Bohemia, República Checa, 1926, en Val-Mont, Suiza) es considerado uno de los poetas más importantes en alemán y de la literatura universal. Sus obras fundamentales son las «Elegías de Duino» y «Sonetos a Orfeo». En prosa destacan las «Cartas a un joven poeta» y «Los cuadernos de Malte Laurids Brigge». Así podríamos definir muy brevemente a Rilke y a la vez muy injustamente porque este poeta con una vida extraordinaria fue un escritor talentoso, rico en su obra y al que es un deleite leer.
Les recomiendo que, si saben alemán, lo lean en ésta lengua, que es la que él utilizaba, porque pueden sentir la rima y la autenticidad del poema más allá, y como casi siempre suele pasar, de su traducción.
De Rilke, como digo, se pueden destacar sus muchos trabajos, todos ellos sublimes, pero hay un aspecto, más bien dos, que me interesan muchísimo de él, todos los viajes que hizo a lo largo de su vida, incluyendo España (Toledo, Sevilla, Córdoba e incluso Ronda, donde llegó a vivir una temporada) y la mucha influencia que a lo largo de su vida tuvieron mujeres, con las que mantuvo relaciones. Mujeres inteligentes, con muchas inquietudes que giraron alrededor de su vida y que sin duda marcaron sus caminos como su amiga y protectora la condesa Marie von Thurn und Taxis, Lou Andreas-Salomé, principal confidente de Rilke hasta la muerte del poeta en 1926 y con la cual llegó a conocer el psicoanálisis, ya que esta fue alumna de Sigmund Freud, la escultora Clara Westhoff o la pintora Lou Albert-Lasard.

De «El libro de las imágenes» (1902 y 1906) me gustaría destacar dos poemas que me fascinan el primero se titula «Soledad», el segundo «Final»:

«La soledad igual es a una lluvia.
Asciende desde el mar hacia las tardes;
desde llanos remotos y lejanos
sube hasta el cielo, que la tiene siempre.
Y del cielo desciende a la ciudad.

Cae la lluvia en las ambiguas horas
en que vuelven al día las callejas
y en que los cuerpos, que no hallaron nada,
decepcionados, tristes, se separan,
y cuando los que sienten odio mutuo
deben dormir en una misma cama:

La soledad va entonces con los ríos…»

Final

«La muerte es grande.
Somos suyos,
con boca que ríe.
Cuando en el centro de la vida
nos creemos, se atreve ella a llorar
en medio de nosotros.»