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13Mar/20

HISTORIAS DE TILL EULENSPIEGEL. THOMAS MURNER

Tunante, truhán, pillastre, perillán,.. y además herrero, panadero, costurero, afamado médico, ladrón de gallinas, sabio berlinés en Praga, cocinero, peletero, pintor, maestro y mil cosas más. Todos estos adjetivos y oficios caben en una figura tan simpática y traviesa como la de Till Eulenspiegel. ¿Qué quién es este personaje? Pues según lo que se dice en el prólogo del libro titulado Historias de Till Eulenspiegel, el héroe de las historias que en el volumen se recogen «no es un personaje imaginario». «Según las más autorizadas enciclopedias germanas, y conforme puede leerse en los estudios bibliográficos que llevan muchas de las múltiples ediciones del libro cuya adaptación sigue, el travieso Till ha existido realmente, aunque no pueda decirse a punto fijo en qué época y lugar.»

Till Eulenspiegel es un personaje del folclore del norte de Alemania. Según la tradición el tunante nació en Kneitlinger en torno a 1300 y murió en 1350 en Mölln en 1350, después de haberse recorrido gran parte de Alemania y haber extendido sus aventuras y maldades por todo el país además de por Dinamarca o Roma.

En el libro se explica que uno de los goces principales de Eulenspiegel era «divertirse perjudicando al prójimo». Le encanta divertirse y la burla a los demás. Una de las características de Till es fingir no entender cuanto se le dice, por ejemplo, tomando literalmente expresiones figuradas, para burlarse de la gente.

En el prólogo se aclara que en 1515 «Th. Murner, sin más trabajo, según confesión propia, que recoger de labios de unos y otros aventura tras aventura, compuso el relato de las de Eulenspiegel, que, más o menos completas, conocían ya entonces todos los moradores de la Baja Alemania, por habérselas contado sus abuelos, quienes, a su vez, las oyeran referir a los suyos o a sus bisabuelos, dándolas siempre como auténticas de un sagaz campesino de aquellas tierras.»

Thomas Murner (Oberehnheim, 1475-1537) fue un poeta y traductor alemán. En sus sátiras criticó la corrupción de sus tiempos, la Reforma, y especialmente la figura de Martin Lutero. Hizo una traducción de la Eneida de Virgilio (1515) dedicada al emperador Maximiliano I.

La vida de Till fue extraña desde su bautizo. «Efectuada la ceremonia religiosa, trasladóse la comitiva, según costumbre, a una cervecería; y tanto se bebió allí a la salud del nuevo cristiano, que todos salieron del establecimiento más o menos monas; no es de extrañar, pues, que la persona que tenía el encargo de llevar el niño, lo dejara caer en una charca a los pocos pasos. Por fortuna, no se ahogó nuestro héroe; pero sacáronle en tal estado de barrizal, que llegando a casa hubo que fregarle materialmente con estropajo y jabón, aclarándolo después en agua limpia; por manera que quedó la impresión de que Till fue bautizado tres veces: una en la pila de cristianar, otra en el charco y la última en una palangana.»

En cuanto Till pudo andar «comenzaron sus travesuras; la primera maldad fue nuncio de ininterrumpida serie, que llevaba trazas de no terminar jamás; no se estaba quieto un momento y todo lo revolvía, de suerte que más parecía mico que humana criatura.» Pronto los vecinos del pueblo comienzan a odiarle y su padre recibía continuas quejas de éstos.

Estando ya más crecidito, el chico buscó empleo y esta empresa le llevó a recorrerse muchos lugares de Alemania, un clérigo le admitió de criado, después se hizo pasar por un hombre volador, ladrón de gallinas fue después, y muchas otras cosas más.

En Bamberg protagonizó, a mi parecer una anécdota tan divertida como ingeniosa e inteligente. «En busca de nuevo hospedaje dirigióse Eulenspiegel a un mesón de menos categoría que el anterior, y esperó allí la hora de la comida. Tardaban mucho en prepararla; tanto, que el dueño, observando las marcadas muestras de protesta de los parroquianos, hubo de decirles:

-El que se canse de esperar, que coma al aire libre.

Nuestro héroe, aprovechando el desconcierto que allí reinaba, escabullóse, y logró, sin ser visto, colarse en la despensa, donde a su antojo pudo engullir cuanto vínole en gana. Al servirse la comida no se acercó a la mesa. Preguntóle el mesonero la causa, y Till respondió que habíase saciado con el olor de los guisos.

-Pues pagadme, ya que habéis quedado satisfecho, díjole el dueño de la posada, sospechando la treta.

Sin replicarle sacó una moneda Eulenspiegel, hízola sonar en el mostrador, y embolsándosela nuevamente, replicó:

-Amigo hostelero, ¿habéis oído el timbre de mi moneda?

-Sí, respondióle el mesonero, pues tengo nada de sordo.

A lo que Till repuso:

-Siendo así, daos por pagado, ya que con el olor he de considerarme «comido».

Esta historia, a mi parecer es una metáfora de los objetos con los que se representa al pillastre: un búho y un espejo. Creo que el búho puede significar la inteligencia, la rapidez mental y el espejo, un reflejo de cómo se comporta la sociedad. No sólo es él el truhán, los demás también lo intentan, aunque no lo consigan. El porta el espejo y les hace ver como son ellos en realidad.

En una de las historias, cuando se hace pasar por un afamado pintor y es contratado por un duque para que pinte una tela, nos recuerda al cuento que el escritor danés Hans Christian Andersen (Odense, 1805, Copenhague, 1875) escribió muchos años después, El traje nuevo del emperador. » (…) advirtió al dueño del palacio que, por arte de magia o de alquimia, el que no era entendido en la materia nada podía ver. (…) Y se puso a describirle las imaginarias figuras con tanto detalle y precisión, que el magnate, aunque nada veía, no atreviéndose a confesar lo que hubiera significado ignorancia, felicitóle calurosamente por el acierto.»

Como siempre, el espacio, juega en contra de todo lo que aquí escribiría. Son muchas las aventuras pícaras de Till que me gustan, pero aquí les dejo con la última y les invito a que lean este libro que, seguro, les sacará una sonrisa.

El suceso tiene lugar en Erfurt. Allí Till se compromete ante los catedráticos de la Universidad a que enseñará a leer » a la criatura más desprovista de inteligencia.» El claustro le designa a un asno. Till lejos de achantarse colocó entre la roídas hojas de un libro grande granos de avena y acercó el hocico del animal al volumen. «Este, que olía el grano, volvía las hojas con la lengua e iba comiéndose la avena; y cuando ya no encontraba más, levantaba la cabeza lanzando un «¡I! ¡A!». Till le comunica al rector que el asno ya sabe dos letras por si quisiera escucharle ya.

«Una vez en la cuadra el catedrático, colocó Till el libro en el pesebre. Al verlo el asno, inmediatamente comenzó a pasar las hojas; y no encontrando granos de avena, gritaba: «¡I! ¡A!. ¡I! ¡A!». En vista de lo cual, el profesor creyó era justo que Till cobrara y dio orden de que se le pagase la primera de las primas estipuladas.

Pocos días después murió el bueno del rector de la Universidad de Erfurt, lo cual fue una suerte para Eulenspiegel, pues el rucio no pasó del «¡A! ¡I!».

 

 

 

 

06Mar/20

SOMBRAS AL MEDIODIA. ALEJANDRO JODOROWSKY

 

 

La vida de Alejandro Jodorowsky (Tocopilla, 1929) es tan rica en arte, tan cargada de aventuras y de experiencias que hasta hacer un resumen de ella, supondría una ardua tarea. Pero lo que deseo con este post no es que conozcan al gran Jodorowsky, artista chileno tan conocido y tan polifacético, sino que a través de él conozcáis a su madre Sara. Y Sara está en el libro del autor que hoy les invito a abrir y que se titula Sombras al mediodía. En este volumen, que consta de dos partes, se recogen una serie de historias breves, desde las más dulces hasta las más duras que, les prometo, no les dejarán indiferentes. Pero sin duda, en mi opinión, la joya de esta obra se encuentra en la segunda parte titulada Historias de mi mamá.

En Historias de mi mamá, aparece Sara un personaje basado en la madre del escritor, judía ucraniana emigrada a Chile, donde junto a su marido, comerciantes ambos regentan la tienda Casa Ukrania. Los ochos relatos de los que se compone esta parte son maravillosos, pero me quedo con el titulado La pieza de costura, por todas las enseñanzas que allí se recogen, aunque les aseguro que todos son una delicia. Sara se presenta como una mujer culta, inteligente, diligente, trabajadora, emprendedora, cariñosa, intuitiva, inquieta y bondadosa

Sara cose en la trastienda de su comercio mientras su hijo se sienta en el suelo a escucharla hablar. «(…) pedaleaba incansablemente cosiendo camisas de manta y calzoncillos de piernas largas, para obreros. A pesar de lo exiguo del espacio, mi madre había logrado convertirlo en Universo. Allí cada acción cobraba un significado y cada objeto se convertía en símbolo.»

Así con la metáfora de las telas y el coser, Sara le va dando grandes lecciones de vida a su hijo. «Si tenía que parchar ropa usadas, compravendía vestimentas viejas, buscaba sacar un pedazo de doblez de otra prenda que tuviera el mismo tiempo de uso.» «Mira, me decía, si pusiera un parche de tela nueva en una superficie vieja, en lugar de remedio, estaría pegando un cáncer. La tela joven, menos adaptable, más fuerte, acabaría rajando en mil vetas el sitio donde yo la hubiera colocado.», le explicaba al chiquillo. Y de esto sacaba la lección:

«Cuando crezcas y quieras cambiar el mundo, nunca propongas soluciones drásticas que, en lugar de ayudar, terminarán provocando el caos. Quiero que midas y sepas conocer el nivel de resistencia de tus ayudados. No los lleves más lejos de lo que puedan soportar.»

Si caía una mancha en un traje, lo único que hacía Sara, según cuenta el relato, era con un rincón de la misma ropa frotaba fuertemente. De aquí salió la segunda enseñanza: «Cuando tengas problemas espirituales, no busques ayudas externas que no harán más que confundirte. Cura tu ser con otra parte de tu mismo ser. Tú eres tu propio médico: no encontrarás otro mejor.»

Cuando se le enredaba el hilo, «soplaba sobre el nudo y lo deshacía». «Soplando tranquilizo al hilo, y el laberinto pierde fuerzas y solito se desenreda», apuntaba la mamá, para acto seguido dar su tercera enseñanza:

«Nunca fuerces sobre los problemas. Guarda la calma y haz lo que puedas. Ellos mismos se solucionarán.»

Para enhebrar, sostenía firme el hilo sin moverlo «y con el ojo de la aguja atrapaba la punta. La cuarta enseñanza de Sara se sostenía así: «Si tú no puedes encontrar algo, haz que ese algo te encuentre. Si quieres la luz, ponte donde no haya barreras entre el sol y tú. Limpia tu alma para que el fenómeno se manifieste en ti y, por vacío, lo obtendrás.»

Otro relato que nos deja una gran enseñanza es el titulado El caballero apestoso.

Sara tiene un comercio donde vende fruta, entre ellas una especie de piña «que, si no fuera por una campana de vidrio que la aislaba, hubiera llenado el local con su insoportable olor a podrido.» Suele visitar el comercio un hombre que visita a Sara y hablan largas horas en la trastienda. Al niño no le gusta el caballero porque tenía una enfermedad que le hacía «exudar un olor fétido». La mamá, a pesar de esto, es muy amable con él. El niño insiste en que no quiere que aparezca por allí y su madre, ante la petición del niño se enoja con su hijo enormemente. «(…) luego, tomando un cuchillo (me helé), partió en dos el fruto maloliente (¡uf, qué alivio!), y me ofreció: «¡Come un pedazo de esta piña silvestre!» «No puedo, huele a caca!». Me apretó la nariz sellando las fosas nasale. Abrí la boca para respirar y entonces, me introdujo la porción… ¡qué maravilla! ¡Nunca había probado un fruto, más dulce, fino y sabroso! Me dieron ganas de comer una docena. «¿Ves?» El olfato no es rey. Recibo a ese caballero porque escribe poemas, los más hermosos que he leído en mi vida. Es un alma de selección, un puro, casi santo. No sabes lo que mi ser se reconforta con su arte. Gracias a él he comprendido cuán importante es la belleza.»

Y así sacó Sara otra de sus enseñanzas. «En este mundo todos estamos llenos de enfermedades porque la sociedad misma está enferma. Si sólo viéramos los defectos, nunca hablaríamos con alguien. Hay que buscar las cualidades de cada ser y olvidar las taras. ¡Eso es vivir con cortesía!»

02Mar/20

EL ANDÉN DE NIEVE (FRÍO DE VIVIR). CARLOS CASTÁN

Hacía mucho tiempo que no leía un relato tan bello como el que hoy les quiero presentar. Se titula El anden de nieve, de Carlos Castán (Barcelona, 1960), autor, hasta que leí esta maravilla de relato, desconocido para mi, pero que, desde ahora, quiero seguir conociendo. Su narración es de una elegancia inusual y de una gran inteligencia.

¿Cómo puede caber tanta belleza en un relato tan breve? Castán nos monta en los trenes, medio de transporte que evoca, no sé la razón, o al menos a mi me transporta, a tiempos pasados de películas antiguas y bonitas.

El relato comienza así:

«En un tren de madera siempre puedes encontrarte con un soldado alemán. Y puedes tener que saltar sobre la nieve si has olvidado tu pasaporte. Entonces te hallarías en medio de una Europa en guerra, con el tobillo torcido perdido en un bosque de niebla. Por eso ahora no los hacen así. No sería cómodo para los viajeros.»

Me parece precioso este inicio. Evocador.

Continúa así:

«(…) después de tantos años, es poco probable, a decir verdad, sufrir a bordo de un tren de nuestros días un ataque comanche o vivir una aventura con los correos del zar. (…) Hoy los perseguidores de prodigios recorren miles de kilómetros a la búsqueda de uno de ellos. Van y vienen incansables de una ciudad a otra con maletas semivacías y periódicos viejos doblados bajo el brazo. Algunos llevan sombreros de viajero, todos han perdido la esperanza varias veces bajo la lluvia de los andenes, que es la más cruel y la más fría que existe, porque el portento esquiva a los avisados y repetidores arrepentidos que, en su día, víctimas de su propio pánico ante el pasmo, dejaron huir la ocasión como locomotora que se adentra en la noche. Agotados, volverán a subir una y mil veces la escalinata del vagón, se dejarán caer pesadamente sobre su asiento y desplegarán sin mirarlo su diario a la vez que apoyan la cabeza en la ventanilla esperando el silbato que enciende a duras penas el desgastado ánimo.»

No me topé con este relato en el libro Frío de vivir, novela del autor que inicia su obra con «El andén de nieve», sino en un volumen de Quinteto titulado Viajeros donde, como se señala en la portada, se recogen los mejores relatos de viajes de varios escritores como por ejemplo, John Updike, Jose Luis Corral, Jack Kerouac o el propio Castán. Es un libro que merece la pena leer. Tiene relatos maravillosos pero éste, con el que justamente abre el volumen, me pareció el más hermoso.

El relato de Castán nos presenta al señor Segriá, obeso viajante catalán, que «vivió sobre los raíles la historia de amor que calles y hoteles, bares y jardines le habían negado». Segriá conoce a una mujer fascinante, que le es tan familiar como la Primera Sinfonía de Schumann. La ama «durante kilómetros y kilómetros». «El obeso viajante catalán hubiera querido buscarle un sitio en tierra firme, ponerle un piso o llevarla al cine, poder caminar juntos por la calle, aunque sólo fuera eso, entrar a los cafés, ver alguna película, ya se sabe, enseñarla a los amigos. Ella siempre se negó. Con una sonrisa le anunciaba su próximo viaje. Si él insistía se estropeaba todo, la mujer se ponía triste y sólo quería dormir o leer sus revistas. Cuando el asunto se daba por zanjado volvía a ser la de antes.»

Segriá podría haber seguido siendo feliz, pero un día se le ocurrirá seguirla, después de despedirse de ella, como de costumbre, en el andén. ¿Qué sucedió? No les puedo contar nada más, pero Castán nos aclara una cosa: » (…) he ido comprobando que muchos de los pasajeros de los trenes desaparecen apenas abandonan la estación, cosa que puede verificar cualquiera. Basta con seguirlos cuando se apean del vagón, conocen las calles aledañas más discretas, al margen de sus trenes, ¿conocen algo más?, y hacia allí se dirigen en precario equilibrio, nerviosos y rápidos, con gestos de ratón. Llegado el instante oportuno se esfuman. (…) Volverán a tomar forma al día siguiente en los servicios de ese mismo tren o de otro diferente. Por eso, si es que se han fijado, apenas la máquina inicia su marcha, siempre sale alguien de algún lavabo que segundos antes estaba vacío. (…) No sé de dónde surgen ni en qué pensamiento se dibuja su rostro por primera vez, si toman su aspecto de muertos de otros siglos (…) Pero sé que no nacen ni acuden a los colegios, que su lenguaje es postizo y su soledad fingida porque desconocen el drama de la vida y su memoria es difusa y cambiante como las sombras en las que se escabullen. Están hechos de carne, pero no les aguarda la sepultura alguna; ríen, pero su dicha carece de sentido porque lo ignoran todo del dolor, nadie nunca les hizo llorar ni los libró al olvido. No estoy loco. No seré yo quien niegue que en un vagón cualquiera hay mayoría de gente como usted y como yo, personas que se dirigen de una ciudad a otra para cambiar de aires, asistir a funerales, retener amores o atender a la usura de sus negocios. Es cierto. Pero los seres de quienes hablo abundan más de lo que parece y lo que parece ya es bastante si se les sabe ver, si nuestra mirada no se nos ha podrido por su cuenta entre los ojos.»

Pero aún Castán tiene un personaje más para hacernos cuestionarnos la vida. Uno monta en los trenes para soñar, para viajar o para ambas cosas. El tren es la metáfora de la huida, ¿a dónde nos lleva un tren?.¿Hasta que estación queremos llegar? El sueño puede durar lo que dura el viaje, el viaje puede ser el sueño o ese sueño el deseo inalcanzable. Y si no que se lo pregunten a un hombre, a otro personaje, Macario, apodado el ferroviario. Un viaje en tren le hará tomar una de las decisiones más importantes de su vida. ¿Por qué? Porque a través de las ventanillas a veces ve que se acerca a Chamartín, lugar de destino y observa los polígonos industriales tan característicos de la ruta, y otras tantas veces, al otro lado de la ventanilla, observa densas arboledas, cordilleras lejanas, caminos en la nieve que terminan en casa humeantes. En sus sueños Macario, ante el frenazo imprevisto del tren, ve, sobre el andén totalmente nevado lo que parece ser la estación de una pequeña aldea y allí una mujer vestida de negro que sonríe, le llama por su nombre y aguarda a que baje. «Su rostro era de una vertiginosa belleza. Supo que la conocía desde siempre porque era desde siempre la mujer de sus sueños.»

Si mira al otro lado de la ventanilla, mientras el tren sigue su camino, ve a su mujer, a sus hijos, que ya le han localizado y golpean impacientes con los nudillos en el cristal. «Unos metros más atrás su mujer les gritaba algo, probablemente que dejaran de encaramarse al vagón. En su cara se veía que estaba harta de aguantar a los niños, de sus varices y del retraso del tren.»

¿Qué hacer, envolverse en el sueño del viaje en tren y continuar la vida cogiendo uno y después otro para que el dulce sueño nunca termine o bajar en Chamartín y enfrentarse a la dura realidad de un andén donde te espera tu familia, la rutina? La realidad frente al sueño. ¿Quién vencerá? Abran el libro para averiguarlo, les encantará.

El autor les advierte:

«Y ustedes no fantaseen. Sé perfectamente por qué lado habrían bajado del tren. No es mi caso. Mis escasas posibilidades se reducen a que el ferrocarril ignore que conozco cuanto les he contado. Así que a callar. No les costará un gran trabajo guardar silencio ya que en ningún momento me han creído. Bastante difícil lo tengo y lo sé, no albergo demasiadas esperanzas. Entretanto, viajo a menudo en tren: hablo con los viajeros cuando estoy harto de escuchar a los humanos.»

28Feb/20

ADOLFO BIOY CASARES. UNA MAGIA MODESTA

Bioy, tú lo sabías y por eso lo escribías, las cosas bonitas, los encuentros casuales, pasan en los momentos más inesperados. Un día coges un ascensor porque tus amigos te han invitado a una cena, unos amigos que viven en el octavo piso pero tú llegas al noveno, tocas y te encuentras con ella. Si, una equivocación, ahí no viven los Roemer, pero qué más da si ha servido para conocerla, bendita equivocación, bendita coincidencia. Ella está feliz también e insiste en que te quedes y te advierte de que no la volverás a ver, y tú nada, tan correcto, tan elegante, le aseguras que volverás. Pero, como se suele decir, esa clase de trenes, pasan sólo una vez. ¿En qué estabas pensando Bioy?

«-No seas malo, exclamó.

-No soy malo. ¡Qué más querría que no dejarte nunca!, pero me esperan para comer.

-Bueno, si preferís la comida no insisto. Has de tener mucha hambre.

-No tengo hambre- protesté, pero prometí que llegaría antes de las nueve y media. Los Roemer estarán esperándome.

-Perfectamente. Corra abajo. No lo retengo aunque le aclaro: no creo que vuelva a verme.

-Volveré, dije. Le prometo que volveré»

Precioso cuento, breve, elegante, reflexivo del genio Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires, 1914-1999) que se encuentra dentro del volumen Una magia modesta, donde podemos disfrutar de muchos más relatos cortos de este genio argentino de las letras. Maravillosos cuentos que nos hacen reflexionar sobre las pequeñas cuestiones de la vida a través de esa fantasía irónica que hay en ellos. Así nos encontramos caserones con fantasmas, un vendedor de pianos que habla con una gota de agua o un hombre que se da cuenta de que quizás las personas somos un puro entretenimiento de los dioses, de la misma manera que los personajes de una película lo son para nosotros.

En este caso, mi post comienza con el titulado El último piso, uno de mis favoritos, el escritor quiere decirnos que no dejemos pasar la oportunidad de ser felices, da igual lo que esté esperando. Lo bonito, la felicidad, siempre tiene excusa, todo el mundo entiende y perdona el amor. Con final inesperado les invito a que lo abran y lo disfruten. Es una delicia. Por lo menos Bioy fue feliz durante toda la cena, pensando en que luego, la volvería a ver.

Bioy el gran escritor de la fantasía, de la parodia de lo fantástico, al que todo el mundo identifico con su gran obra «La invención de Morel», prologada por Borges,  nos sorprende con otros cuentos como Una competencia.

Un hombre quiere vivir eternamente y un día visita a un tal Eufemio Benach que tiene 104 años. Éste le recibe en su biblioteca abarrotada de libros y el hombre que quiere vivir eternamente le cuestiona si los ha leído todos. Benach confirma que casi todos.

«(…)¡usted exprimió el jugo de la vida! Para mí, quien lea del principio al fin este montón de libros, hará de cuenta que viaja por infinidad de países, todos diferentes y todos maravillosos.»

Benanch se da cuenta de que lo que el hombre quiere saber es el secreto de su longevidad y así le cuenta que en su biblioteca, que le vendería a un precio justo, se encuentra el secreto de haber llegado a viejo. «Recuerde que en uno de estos volúmenes usted encontrará la revelación del secreto; yo no le diré en cuál.»

El hombre compra la biblioteca y decide emprender la lectura. Pero al ponerse al quehacer se da cuenta de algo muy revelador. Sabia reflexión.

«Para conseguir algo bueno hay que pagarlo. Hoy empieza la gran competencia. Veremos qué llega antes…la revelación del secreto o mi muerte.»

¿Qué títulos había en esa biblioteca? Les dejo algunos por si alguien persigue la idea de vivir largamente- ¿Se imaginan que el secreto está en alguno de ellos?

Sermones y discursos del Padre Nicolás Sancho.

Esperando a Godot de Samuel Beckett.

Ser y tiempo de Heidegger.

La nueva tormenta de Bioy Casares.

Cartas a un escéptico de Balmes.

Ulysses de James Joyce.

El museo de la novela de la Eterna de Macedonio Fernández.

El hombre sin cualidades de Musil.

 

20Feb/20

EL PORQUÉ DE LAS COSAS. QUIM MONZÓ

Érase el cuento de la Cenicienta, o el eterno cuento de la monarquía y otros muchos cuentos más que el gran Quim Monzó (Barcelona, 1952) tuvo la gentileza de escribir bajo el título  «El porqué de las cosas». Un libro de relatos cortos que les invito a abrir con el deseo de que se diviertan tanto como yo lo hice en su día. Se dice de Monzó que se ha convertido «en el indiscutible primer escritor de su generación, en lengua catalana». Anagrama ha publicado toda su obra traducida al castellano. Es un escritor que divierte y que además no deja indiferente al lector, buena combinación. Enrique Vila Matas le descibre así: «Como cuentista Monzó es buenísimo. Como persona es alguien alejado de toda solemnidad y, por tanto, un alma amiga.»

Es difícil, como suele ocurrir siempre, hacer una selección, pero en el espacio de un blog es inevitable, así es que le dejo con dos de mis cuentos preferidos. El primero se titula «La monarquía» y el segundo «La micología».

En La monarquía se presenta a la Cenicienta. Su vida ha dado un gran giro después de la pérdida de un zapato del número 36. Ha generado la envidia de sus hermanastras por ser ella la que se ha casado con un príncipe. Después la vida, como suele ocurrir en estos casos, la ha alzado hasta lo más alto, de princesa a pasado a ser reina.

«El rey ha sido un marido atento y fogoso. Ha sido una vida de ensueño hasta el día que ha descubierto una mancha de carmín en la camisa real. El suelo se le ha hundido bajo los pies. ¡Qué desazón! ¿Cómo ha de reaccionar, ella, que siempre ha actuado honestamente, sin malicia, que es la virtud en persona? De que el rey tiene una amante no hay duda. Las manchas de carmín en las camisas siempre han sido prueba clara de adulterio.»

La reina se pregunta quién puede ser la amante de su marido, si contarle lo que ha descubierto o por el contrario disimular «como sabe que es tradición entre las reinas, en casos así, para no poner en peligro la institución monárquica». El caso es que el rey tiene una amante y ella se tortura pensando que quizás ella no le satisfacía suficientemente o que quizás se la buscó porque ella se niega a realizar «prácticas que considera perversas (sodomía y ducha dorada, básicamente)».

¿Decidirá callar la reina o hablar? ¿Cómo acabará el cuento? Porque la cosa está regular. El rey llega con ojeras a las ocho de la mañana, los contactos carnales con la reina son cada vez menores,… En ocasiones, no se sabe si es mejor casarse con un príncipe, cosas del destino. «(…) habría preferido incluso que alguna de sus hermanastras calzara el 36 en vez del 40 y 41, números demasiado grandes para una muchacha. (…) Mil veces preferiría protagonizar las noches de amor adúltero del monarca que yacer en el vacío del lecho conyugal. Antes querida que reina.»

Una noche la reina decide seguir al rey. Para conocer el final, tienen que leerse el cuento. Es muy divertido e inesperado.

En el cuento La micología, Monzó nos presenta a un setero que llega a un pinar. En un momento de su paseo ve una amanita muscaria y le da un puntapié para que nadie la coja. » En medio de la nube de polvo que la seta forma en el aire al desintegrarse, plop, aparece un gnomo con gorro verde, barba blanca y botas puntiagudas con cascabeles, flotando en medio del suelo.»

Y como no podía ser de otra manera, resulta que el gnomo es un gnomo de la suerte e invita al setero a que formule un deseo porque él se lo concederá. El setero escéptico, le contesta que esas cosas sólo ocurren en los cuentos.

«Pide cosas tangibles. Nada de abstracciones. Si quieres riquezas, pide tal cantidad de oro, o un palacio, o una empresa de tales y cuales características. Si quieres mujeres, di cuáles en concreto. Si luego lo que pides te hace o no realmente feliz, es cosa tuya.», le advierte el gnomo.

Hay un pequeño problema, el setero sólo tiene cinco minutos para decidirse y poco antes de que acabe el cuento de Monzó sólo le quedan dos segundos. ¿Qué creen que pide el setero? Ni se lo imaginarán. Pero para saberlo tienen que leer el cuento.

«El setero duda. (…) ¿Un Range Rover? ¿Una mansión? ¿Un yate? ¿Una compañía aérea¿ ¿Elizabeth McGovern? (…) ¿El trono de un país en los Balcanes? El gnomo pone cara de impaciencia.»

 

15Feb/20

POESÍA PREHISPÁNICA. CACAMATZIN DE TEXCOCO

«¿Con qué he de irme?

¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra?

¿Cómo ha de actuar mi corazón?

(…)

Dejemos al menos flores.

Dejemos al menos cantos.»

Nezahualcóyotl (Un recuerdo que dejo)

 

Hoy quiero compartir con ustedes un blog sobre la poesía prehispánica. Hace poco tiempo que me he interesado en profundizar sobre este tema y he tenido la suerte de topar con un libro muy interesante que me ha mostrado a grandes poetas.

El libro se titula «Poesía prehispánica. Cacamatzin de Texcoco y otros», de la editorial Trillas en su colección Lluvia de Clásicos. Es un libro muy interesante donde hay una presentación que, en pocas palabras, nos sitúa en el contexto de este preciado legado literario.

«La literatura prehispánica, y por supuesto la producción poética de aquellos años, es decir, la que fue escrita en México antes de la llegada de los españoles, está documentada en textos que datan del siglo XVI, precisamente cuando ocurrió la Conquista. (…) fueron precisamente estos religiosos (frailes españoles), quienes como parte de la misión que habían venido a cumplir, recogieron y transcribieron al castellano los poemas y leyendas que entonces encontraron.»

Gran parte de lo que transcribieron pertenecía, según recoge el libro,  a la tradición oral, los relatos que se transmitían en una familia de generación en generación. Fray Bernardino de Sahagún (Sahagún, reino de León, España 1499, México 1590) en su «Historia de las cosas de la nueva España» señala, según este ejemplar que: «Todas las cosas que conferimos, me las dieron por pinturas, que era la escritura que ellos antiguamente usaban.»

Personalmente, me parece muy bello, que de una pintura nazca una poesía, que no es algo muy extraño si tomamos esto como un trabajo pictórico como fuente de inspiración para un texto literario, pero aquí hay algo que lo hace único, el creador de la pintura transmitía así su historia, su poesía, esa que llegó a nosotros.

La pregunta que uno inevitablemente se hace y que aparece en esta introducción del libro es si realmente los poemas que en este volumen se recogen, pertenecieron a los autores a los que se les atribuye, si lo que conocemos es fiel a lo que se escribió, si es un testimonio » apegado a nuestra cultura.» «No cabe duda de que cada transcriptor debió haber impreso a su trabajo por lo menos un poco de su propio sentir.» Pero lo que no cabe duda es de que este libro recoge una gran e interesante muestra de lo más representativo de poesía prehispánica que les invito a abrir y a que disfruten tanto como lo hice yo.

Al final del volumen hay una parte titulada Parte Complementaria, que recoge datos sobre el contexto histórico- cultural de las obras, además de una pequeña bibliografía, que es de gran ayuda al lector que se inicie en este tema. Viene acompañado de unas ilustraciones muy interesantes.

Los temas de estos poemas, de estos poetas, se repiten en sus versos. La muerte, lo efímero de la vida, dónde nos dirigimos después de la muerte, qué legado dejamos, el sentido de la permanencia en la tierra después de muertos, la naturaleza, los dioses,… son los temas recurrentes. En ocasiones, hay muchos versos, que por su extrema sencillez y belleza me recuerdan a los haikus japoneses. Por ejemplo estos del poeta Nezahualcóyotl titulado «Monólogo de Nezahualcóyotl»

«Ya retumba el tambor: sea el baile:

con bellas flores narcóticas se tiñe mi corazón.»

Voy a dejarles con algunos de los versos que más me han gustado. Son todos un canto a la naturaleza, a la vida, una duda sobre la muerte, temas que nos hacen reflexionar aunque los siglos pasen y pasen.

Comienzo con la poetisa Macuilxochitzin (mediados del siglo XV). Su obra es considerada, según afirma el libro, como una de las más bellas de la época, y según consta en sus versos, ella era una mujer con una refinada educación e instrucción.

De su poema Canto de Macuilxochitzin

«¿Adonde de algún modo se existe,

a la casa de Él

se llevan los cantos?

¿O sólo aquí

están vuestras flores?,

¡comience la danza!»

 

Cacamatzin de Texoco (1494-1520). Provenía de una de las familias más ilustres de texcocana, región entre la que destacaron reyes y poetas que lograron pasar a la historia.

De su poema Canto de Cacamatzin

«Amigos nuestros,

escuchadlo:

que nadie viva con presunción de realeza.

El furor, las disputas

sean olvidadas,

desaparezcan en buena hora sobre la Tierra.

(…)

Se extiende la niebla,

resuenan los caracoles,

por encima de mí y de la Tierra entera.

Llueven las flores, se entrelazan, nacen giros,

vienen a dar alegría sobre la Tierra.»

 

Nezahualcóyotl (1402-1472). Fue un ilustre gobernante prehispánico. En 1431 fue promulgado señor de Texcoco. Su nombre significa fuerza de león y coyote hambriento.

De su poema ¿A dónde iremos?

«Aquí nadie vivirá para siempre.

Aun los príncipes a morir vinieron,

Los bultos funerarios se queman.

Que tu corazón se enderece:

Aquí nadie vivirá para siempre.»

 

Acoyucan Cuetzpalzin (segunda mitad del siglo XVI), fue un gran poeta al que se le llamó «El sabio de Tecamachalco».

De su poema Las flores y los cantos

«Aquí en la Tierra es la región del momento fugaz.

¿También es así en el lugar

donde de algún modo se vive?

¿Allá se alegra uno?

¿Hay allá amistad?

¿o sólo aquí en la Tierra

hemos venido a conocer nuestros rostros?»

 

Poemas de escritores como Nezahualpilli, Axayácatl, Xiconténcatl el Viejo, Aquiauhtzin de Ayapanco o Fernando de Alva Ixtlixóchitl aparecen recogidos también en este precioso volumen.