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02Ago/19

EN LAS NUBES. IAN Mc EWAN

«Cuando Peter Fortune tenía diez años, algunos adultos le decían a veces que era un niño «difícil». Nunca comprendió lo que querían decir. Él no se consideraba en absoluto difícil. No estrellaba las botella de leche contra el muro del jardín, ni se echaba salsa de tomate en la cabeza y fingía que sangraba, ni le golpeaba los tobillos a la abuela con la espalda, aunque de vez en cuando se le ocurrieran esas ideas. A excepción de todas las verduras menos las patatas, el pescado, los huevos y el queso, comía de todo. No era más ruidoso, sucio o tonto que ninguna de las personas que conocía. Su nombre era fácil de pronunciar y deletrear. Su cara, pálida y pecosa, era bastante fácil de recordar. Iba a la escuela todos los días como los demás niños y nunca armó demasiado escándalo por eso. Con su hermana no era más insoportable de lo que ella lo era con él. Nunca la policía llamó a la puerta con intención de detenerlo. Nunca unos médicos vestidos de blanco quisieron llevárselo al manicomio. En opinión de Peter, él era de lo más difícil. ¿Qué tenía de difícil?

Peter lo comprendió por fin cuando ya hacía años que era adulto. Creían que era difícil por lo callado que era. Eso parecía preocupar a la gente. El otro problema era que le gustaba estar solo. No siempre, claro. Ni siquiera todos los días. Pero la mayoría de los días le gustaba quedarse a solas durante una hora en algún sitio, en su habitación o en el parque. Le gustaba estar solo y pensar en sus cosas.

Ahora bien, a los adultos les gusta creer que saben lo que pasa por la cabeza de un niño de diez años. Y es imposible saber lo que alguien está pensando si esa persona no lo cuenta.

(…)

En cuanto a lo de estar solo, eso tampoco les gusta demasiado a los adultos. Ni siquiera les gusta que otros adultos estén solos. Cuanto te juntas con otros , la gente ve lo que estás haciendo. Estás haciendo lo que ellos están haciendo. Peter tenía ideas diferentes. Juntarse con los demás estaba muy bien, en su momento. Pero sin exagerar. En realidad, pensaba, si la gente le dedicara menos tiempo a juntarse y a  hacer que los demás se juntaran y dedicar un poco más de tiempo al día a recordar quiénes eran o quiénes podrían ser, el mundo sería un lugar mucho más feliz y quizás nunca habría guerras.»

Peter Fortune es un personaje entrañable creado por el escritor británico Ian McEwan (Hampshire, Inglaterra, Reino Unido, 1948).  Peter es un niño soñador, al que los adultos tachan de «diferente» sólo porque es callado y le gusta estar solo. Peter lo mismo sueña con lobos que con números de muchos ceros que a él le parecen maravillosos. En este libro titulado «En las nubes», el novelista nos quiere hacer entender que todos tendríamos que tener un poco de ese niño, de Peter Fortune. «Si la gente dedicara un poco más de tiempo al día a recordar quiénes era o quiénes podrían ser, el mundo sería un lugar mucho más feliz y quizás nunca habría guerras.». Y eso es lo que justo, hoy en día, con todos los modos posibles que tenemos de conexión con nuestros semejantes, justo eso es lo que estamos perdiendo, la buena comunicación y además la imposibilidad de permanecer «aislado», teniendo tiempo para uno mismo, en silencio.

Fortune vive muchas vidas en sus sueños, en sus fantasías, y eso le hace único, diferente y lo mejor es que se siente a gusto así.  «El propio Peter aprendió, al hacerse mayor, que, puesto que la gente no sabe lo que te pasa por la cabeza, lo mejor que puede hacerse, si quieres que te comprendan, es decirlo. De modo que empezó a escribir algunas de las cosas que le pasaban cuando estaba mirando por la ventana o tumbado en el suelo mirando al cielo. Cuando se hizo adulto se convirtió en inventor, escritor de cuentos y llevó una vida feliz.»

El autor de la novela nos va contando a través de siete capítulos, siete «extrañas aventuras que sucedieron en la cabeza de Peter, escritas tal como sucedieron.» Aventuras donde se mezcla la realidad con la ficción.

Fortune se enfrentará a un grupo de muñecas de su hermana Kate, vivirá una historia mágica y tierna con el gato William, la mascota de la familia, hará desaparecer a sus padres con crema disolvente, intentará darle la vuelta al carácter de Barry Tamerlane, el matón de la escuela, seguirá muy de cerca al ladrón de su calle, convivirá con su tía Laura y el bebé Kenneth con el que intercambiará su cuerpo y hasta se convertirá en adulto y se enamorará. Historias todas ellas preciosas y tiernas de las que podemos sacar muchas enseñanzas. Enseñanzas de un niño a unos adultos.

Mi historia preferida es la cuarta aventura, se titula «El matón». Barry Tamerlane, es el matón del colegio pero un día Peter descubre que Tamerlane lleva una doble vida, es un arrogante en la escuela y tierno en su casa. «En un momento dado, Peter echó una ojeada al dormitorio de Barry. Había libros por todas partes, un tren en el suelo, un viejo osito de peluche en la cama apoyado contra una almohada, un juego de química, un videojuego: era un dormitorio como el suyo.» Ésta revelación hace que Peter se de cuenta de que todos al final somos muy parecidos y que todos, al fin y al cabo, dormimos con ositos de peluche.

En esta historia además se plantea un tema que me encanta, los sueños. ¿Somos un sueño de otros que no vemos? ¿Es nuestra vida el sueño de otro y en verdad no estamos viviendo si no que estamos siendo soñados por otros y todo lo que nos ocurre son los sueños de esos que nos están soñando?

«Se encontraba una tarde en el jardín cuando se dio cuenta de que, si estaba soñando el mundo, todo cuanto ocurriera lo provocaría él. Justo encima, en lo alto del cielo, un avión iniciaba el descenso. La luz del sol daba un reflejo plateado a sus alas. Las personas que allá arriba estaban enderezando los asientos y cerrando las revistas no tenían ni idea de que eran soñados por un niño en el suelo. ¿Significaba eso que cuando un avión se estrellaba era por su culpa? ¡Qué idea más terrible! Pero en realidad, si era así, tampoco había, en el fondo, accidentes de aviación. Eran sólo sueños.»

«Con el paso de los días, Peter siguió dándole vueltas al problema y empezó a pensar que seguramente era verdad que su vida era sólo un sueño. Había mucho de sueño en el modo en que los niños llegaban al colegio cada mañana como un río humano, en el modo en que la voz de la maestra flotaba entre las paredes del aula y en el modo en que se movía su falda cuando se dirigía a la pizarra.»

«Si la vida era un sueño, morir debía ser el momento en que te despertabas»

Me fascinan como Mc Ewan le regala estas reflexiones al personaje de su novela. Es una maravilla de relato. Pero volvamos a la realidad.

Según Peter, a pesar de que Barry era un tipo normal, algo le había convertido en el matón de éxito que era y había dos razones «parecía capaz de moverse de la forma más rápida entre querer algo y conseguirlo» y la segunda es que todo el mundo le tenia miedo.

Un día Barry le exige a Peter que le de la manzana que está comiendo en el recreo. «Dámela o te aplastaré la cara»

«¿Qué era lo que hacía tan poderoso al sonrosado y regordete Barry? (…) Es evidente, pensó. Somos nosotros. Nosotros lo hemos soñado un matón de escuela. No es más fuerte que ninguno de nosotros. Nosotros hemos soñado su poder y su fuerza. Nosotros lo hemos convertido en lo que es. Cuando vuelve a casa, nadie cree en él como un matón y entonces se convierte en sí mismo.»

A partir de ahí sucederá algo muy significativo que cambiará para siempre la atmósfera del patio del colegio. Pero para saber el final tendrán que abrir esta magnífica novela publicada por Anagrama.