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15May/16

LA NIEVE. UN CUENTO DE TERROR. SIR HUGH WALPOLE

«La señora Ryder miraba a lo largo del pasillo, pero no estaba segura de si la mujer estaba allí o no. ¡Qué absurdo! Sabía que no podía haber nadie. Pero entonces, ¿cómo era que distinguía claramente una anticuada capa gris, un pelo gris y descuidado y el contorno anguloso de unas mejillas pálidas y una barbilla puntiaguda? Y más aún: la larga caída del vestido gris formando pliegues hasta el suelo, el destello de un anillo de oro en una mano blanca. No. No. NO. Esto era una locura. Allí no había nadie. Una alucinación…»

En 2013, Ediciones Atalanta, publicó un libro titulado «Antología universal del relato fantástico» con prólogo de Jacobo Siruela. Si aún no conocen el libro, les invito a que lo compren inmediatamente porque es una maravilla de volumen, cargado de grandes autores con sus grandes relatos. Magnífica obra que no se cansarán de leer.

Entre esos relatos, hoy quiero destacar «La nieve» de Sir Hugh Walpole (Nueva Zelanda 1884, 1941). Este relato es una obra brillante en la que se trata un tema que, casualmente, diez años después, la fabulosa escritora londinense Daphne du Maurier (Londres 1907, Cornualles 1989) tocaría en su libro «Rebecca» publicado en 1938, obra que llevó al cine el maestro Alfred Hitchcock con el mismo título en 1940.

Walpole alcanzó un gran reconocimiento como escritor, logrando que todas sus obras fuesen muy populares. Además, trabajó en varios géneros: cuentos, novelas infantiles, novelas de terror, biografías y obras de teatro. «La nieve», incluido en sus cuentos de terror fue publicado en 1928.

Desconozco si conocen antes la novela «Rebecca» que la película, pero les pongo en antecedentes. Maxim de Winter, tras enviudar, realiza un viaje a Montecarlo con el propósito de olvidar su pasado. Allí, el destino le tiene preparada una sorpresa. Conoce a una mujer más joven que él y deciden casarse. Una vez finalizada la luna de miel, regresan a la mansión de campo del señor Winter, donde antes había convivido con su primera esposa.  En Manderley, nombre de la casa, todo es perfecto hasta que la memoria de la fallecida empieza a minar la relación entre la pareja. Rebeca comienza a hacerse presente como una patología, nunca como una realidad en la mente de la recién casada. La joven está convencida de que jamás podrá competir con Rebeca, de la que todos dicen en la casa que era una mujer muy bella.

Esta enfermedad que se conoce como «Síndrome de Rebeca», atiende a un sentimiento de celos que adquiere una dimensión patológica cuando aparece sin fundamento, por ejemplo hacia una ex pareja que ha muerto y cuando adquiere tales dimensiones que afecta al comportamiento normal de la persona que lo sufre. Se llama así en homenaje a la novela de Maurier.

Este tema ha servido de inspiración a escritoras tan interesantes como Carmen Posadas, que publicó un libro titulado «El síndrome de Rebeca: guía para conjurar fantasmas amorosos». Posadas ha declarado en alguna de sus entrevistas que el libro sirve para «mandar por fin al olvido a ese o esa ex que aún nos pesa en el recuerdo y, lo que es peor, en el presente.» Según la escritora uruguaya, Rebeca es el espectro del pasado sentimental que nunca termina de evaporarse.

Pero antes de que todo esto ocurriera en la literatura, ya Walpole en «La nieve», nos presenta a la segunda señora Ryder. Es una joven guapa, con salud,… que, sin embargo, vive en continuo desasosiego y llena de celos, ya que tiene que oír por boca de su marido, las constantes alusiones a la grandeza de su primera esposa, Elinor. En este caso, podemos decir que los celos son fundamentados ya que el hombre insiste en el tema del ensalzamiento de Elinor.

La joven va perdiendo la ilusión en su matrimonio por culpa de este «fantasma» que vive en casa y que no es otro que  la primera esposa de su marido. Y aunque sean celos fundamentados, en la protagonista comienza a surgir el germen de esa temida «sombra», «fantasma». Odia a Elinor, que además juró a Herbert, su marido, que le cuidaría hasta que se reuniera con ella en la otra vida, apoyada en la gran fe religiosa que profesaba.

«Elinor me comprendía mejor, querida. ¡Arrojar a la primera mujer contra la segunda! ¿No era la falta de tacto más grande que un hombre podía cometer? (…) Era cierto que Elinor había sido abnegada, que había estado tan completamente dedicada a Herbert que había vivido sólo para él. La gente siempre le estaba recordando su entrega, lo que no dejaba de ser una grosería y una falta de tacto.»

En el relato, la joven esposa, está dentro de la casa en todo momento, hasta el fatal desenlace fuera, en la nieve. En la nieve tan blanca como el fantasma. Es Nochebuena. Fuera, los copos no para de caer. Eso la agobia, la ahoga, y crea en el cuento una sensación de   claustrofobia. Es una metáfora de la frialdad y la falta de comunicación que, desgraciadamente, tiene con su marido. La mujer entra en un círculo de desesperación que puede con ella, que le arranca las ilusiones que había depositado en su relación y hasta le consume la fuerza para seguir luchando. El «fantasma» quiere acabar con ella.

«La segunda señora Ryder era una mujer joven que no se asustaba fácilmente; pero ahora permanecía en la oscuridad del pasillo con la espalda pegada a la pared y la mano en le corazón, mirando hacia la ventana gris, al otro lado de la cual la nieve caía sin cesar frente a la luz de la farola.»

Les invito a leer este relato, con final tan sorprendente como brillantemente elaborado.