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20Ago/14

FÁBULAS. FELIX MARÍA DE SAMANIEGO

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EL PESCADOR Y EL PEZ

Recoge un pescador su red tendida,
y saca un pececillo. «Por tu vida,
exclamó el inocente prisionero,
dame la libertad: sólo la quiero,
mira que no te engaño,
porque ahora soy ruín; dentro de un año
sin duda lograrás el gran consuelo
de pescarme más grande que mi abuelo.
¡Qué! ¿Te burlas? ¿Te ries de mi llanto?
Sólo por otro tanto
a un hermanito mío
un señor pescador le tiró al río.»
«Por otro tanto al río? ¡Qué manía!
replicó el pescador. ¿Pues no sabía
que el refrán castellano
dice: más vale pájaro en la mano…?
A sartén te condeno; que mi panza
no se llena jamás con la esperanza.»

Quería hoy rendir un pequeño homenaje al escritor Félix María de Samaniego (Laguardia, Álava 1745-1801)
Hay escritores que me llevan en un instante a mi infancia de nuevo y él es uno de ello. ¿Quién no ha leído una fábula de este gran poeta?
Me encantan las fábulas, lo reconozco pero las de Samaniego me parecen superiores a las de Esopo, por ejemplo, porque son más divertidas, además de estar redactadas en verso. Esa simpatía me arranca siempre una sonrisa. La que les he escrito es una de mis preferidas.
Además Samaniego gozó de una vida muy interesante que, si tienen tiempo, les recomiendo leer porque así podrán entender mejor su obra. Tenía gran aficción a la crítica mordaz hacia la religión y la política. Tanto es así que sufrío la persecución de la Inquisición.
El único libro que se le atribuye se titula «Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Bascongado», que data de 1781, donde están recogidas las que yo aquí presento y otras muchas más, como por ejemplo las conocidísimas: La cigarra y la hormiga y La zorra y las uvas.
Es muy difícil elegir entre todas las magníficas fábulas que creó el alavés. Pero esta última es otra de mis preferidas. Abran la obra de Samaniego y aprenderan de los sencillos y sabios consejos de la vida.

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO

Érase una Gallina que ponía
Un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia mal contento,
Quiso el rico avariento
Descubrir de una vez la mina de oro,
Y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla, abrióla el vientre de contado;
Pero, después de haberla registrado,
¿Qué sucedió? que muerta la Gallina,
Perdió su huevo de oro y no halló mina.

¡Cuántos hay que teniendo lo bastante
Enriquecerse quieren al instante,
Abrazando proyectos
A veces de tan rápidos efectos
Que sólo en pocos meses,
Cuando se contemplaban ya marqueses,
Contando sus millones
Se vieron en la calle sin calzones.