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03Nov/17

DON JUAN TENORIO. JOSÉ ZORRILLA

La víspera de Todos los Santos o días posteriores, es tradición representar la gran obra de José Zorrilla (Valladolid 1817, Madrid 1893) «Don Juan Tenorio», escrita en 1844. Es una obra que siempre me fascinó. El lenguaje que se emplea, la maestría de la prosa y el verso y la rapidez con la que una obra así  fue escrita, es algo que no deja de impresionarme. El escritor castellano la compuso en tan sólo tres semanas cuando tenía 27 años. Les invito a que abran esta obra que les fascinará si es que aún no la conocen. Aquí les dejo un fragmento, exactamente la carta que el seductor Don Juan, le entrega a Brígida, la alcahueta que se encarga de vigilar a la novicia Doña Inés, para que la joven llegue a leerla y así poder conquistarla para ganar la apuesta ante su gran rival de escándalos y amoríos, Don Luis Mejía. Me parece una carta muy bella. También me fascina el fragmento donde los dos conquistadores se citan en la Hosteria del Laurel de Buttarelli y comienzan a desgranar sus aventuras y sus conquistas.

La acción de la obra transcurre en  Sevilla en 1545, en los últimos años del reinado de Carlos I de España. Es un drama religioso y fantástico estructurado en dos partes. Constituye, junto con «El burlador de Sevilla y convidado de piedra» (1630), atribuida a Tirso de Molina y de la que este Tenorio de Zorrilla es deudora, una de las dos principales manifestaciones literarias en lengua española del mito de Don Juan.

El amor fue una pieza clave en la obra de Zorrilla. Él mismo llevó una vida aventurera y llena de amores.

Doña Inés del alma mía.
Luz de donde el sol la toma,
hermosísima paloma
privada de libertad,
si os dignáis por estas letras
pasar vuestros lindos ojos,
no los tornéis con enojos
sin concluir, acabad.
Nuestros padres de consuno
nuestras bodas acordaron,
porque los cielos juntaron
los destinos de los dos.
Y halagado desde entonces
con tan risueña esperanza,
mi alma, doña Inés, no alcanza
otro porvenir que vos.
De amor con ella en mi pecho
brotó una chispa ligera,
que han convertido en hoguera
tiempo y afición tenaz:
y esta llama que en mí mismo
se alimenta inextinguible,
cada día más terrible
va creciendo y más voraz.
En vano a apagarla
concurren tiempo y ausencia,
que doblando su violencia,
no hoguera ya, volcán es.
Y yo, que en medio del cráter
desamparado batallo,
suspendido en él me hallo
entre mi tumba y mi Inés.
Inés, alma de mi alma,
perpetuo imán de mi vida,
perla sin concha escondida
entre las algas del mar;
garza que nunca del nido
tender osaste el vuelo,
el diáfano azul del cielo
para aprender a cruzar:
si es que a través de esos muros
el mundo apenada miras,
y por el mundo suspiras
de libertad con afán,
acuérdate que al pie mismo
de esos muros que te guardan,
para salvarte te aguardan
los brazos de tu don Juan.
¿Qué es lo que me pasa, ¡cielo!
que me estoy viendo morir?
Acuérdate de quien llora
al pie de tu celosía
y allí le sorprende el día
y le halla la noche allí;
acuérdate de quien vive
sólo por ti, ¡vida mía!
y que a tus pies volaría
si le llamaras a ti.
Adiós, ¡oh luz de mis ojos!
Adiós, Inés de mi alma:
medita, por Dios, en calma
las palabras que aquí van:
y si odias esa clausura,
que ser tu sepulcro debe,
manda, que a todo se atreve
por tu hermosura… don Juan.

En el año 1966 Televisión Española dentro del programa «Estudio 1» acercó a todos los espectadores una excelente versión, insuperable me atrevería a decir, de la obra bajo la dirección del genial director ya fallecido Gustavo Pérez Puig. Paco Rabal glorioso en su papel de Don Juan, demostrando ser un fuera de serie en esos primeros planos que sólo él podía aguantar, con esa mirada seductora digna del mejor Tenorio. Concha Velasco, apuntando ya la gran actriz dramática que siempre fue en su papel de Doña Inés, dotando a su personaje de una sencillez y una cercanía extraordinaria. Velasco está gloriosa en esta interpretación. Y no quiero olvidarme de Tota Alba en el papel de Brígida, no hay palabras para describir esta puesta en escena, magnífica, increíble. Sus gestos, sus miradas,… grandísima Tota Alba en este papel secundario que ella lleva hasta lo más alto. Así como Juanjo Menéndez, en el papel de Ciutti, con qué delicadeza dota al criado de gracia y parsimonia, haciendo de él un tontorrón que se quiere desde el primer momento que entra en escena. Y, por supuesto, un Fernando Guillén Cuervo, dando a Don Luis Mejía esa contención de gran caballero para que Don Juan brille aún más. Elegante su interpretación, sin duda.