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10Abr/13

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

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“Nunca hubo una muerte más anunciada. Después de que la hermana les reveló el nombre, los gemelos Vicario pasaron por el depósito de la pocilga, donde guardaban los útiles de sacrificio, y escogieron los dos cuchillos mejores: uno de descuartizar, de diez pulgadas de largo por dos y media de ancho, y otro de limpiar, de siete pulgadas de largo por una y media de ancho. Los envolvieron en un trapo, y se fueron a afilarlos en el mercado de carnes, donde apenas empezaban a abrir algunos expendios.”

Nada más de lo que se ha dicho se puede decir del gran Gabriel García Márquez (Araca, Colombia 1928). Así es que si ustedes aún no conocen su obra, cosa que dudo, aquí les dejo mi comentario sobre el Premio Nobel de Literatua basándome en su libro “Crónica de una muerte anunciada”. Quizás sea un buen principio, leer este libro antes de meternos de lleno en su reino de Macondo y en otras maravillas literarias por él escritas. Conocerle así, en su estado más periodístico, puede ser interesante.
Abrir este libro les garantiza buen periodismo y buena literatura ¿Alguien da más?
García Márquez el genio de las palabras, de las frases, de la literatura y el periodismo.

Santiago Nasar va a morir. El que siempre sueña con árboles se va a morir. Él no lo sabe. Y se ha vestido de blanco por si tenía, hoy, ocasión de besarle el anillo al obispo que anda de visita por estos lugares.
Su madre creía que aquel día llovió y Victoria Guzmán aseguró que el sol calentó más temprano que en agosto.
Los gemelos Vicario están preparados con sus cuchillos. La novia no era virgen y se dice que Nasar es el culpable de que no lo sea. El esposo la devuelve a casa de los padres, y ya está el honor por los suelos, y eso se paga, vaya si se paga.

“Ella se demoró apenas el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó en las tinieblas, lo encontró en la primera vista entre los tantos y tantos nombres confundibles de este mundo y del otro, y lo dejó clavado en la pared con su dardo certero, como a una mariposa sin albedrío cuya sentencia estaba escrita desde siempre.
Santiago Nasar- dijo.”