LAS ESTROFAS Y LOS ESPÍRITUS, CANCIÓN DE NAVIDAD

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John Leech [Public domain], via Wikimedia Commons

Antes de resumir las estrofas de «Canción de Navidad», me gustaría señalar, que hay que situar a Dickens en la era victoriana, donde las condiciones de vida, a los niños, les eran muy adversas. Sus obras se centraron en dar a conocer esas historias en libros tan míticos como «Oliver Twist» o «La tienda de antigüedades entre muchos otros.
El que ahora nos ocupa también tiene un personaje niño que hará que gire parte de la historia en torno a él, el pequeño Tiny Tim, hijo del ayudante de Scrooge, Bob Cratchit.

En la segunda estrofa titulada «El primero de los tres espíritus», se le aparece a Scrooge el espíritu de las Navidades Pasadas. El espectro le conduce hasta donde el avaro vivió de niño. Scrooge llora al verse en el pasado tal y como fue, un niño olvidado, solitario, leyendo. Después un adolescente feliz y más tarde un apuesto joven al que la avaricia le empieza a pasar factura sin él casi darse cuenta. Su futura mujer le abandona porque sólo ve en él ansia por el dinero y los negocios.

En la tercera estrofa titulada «El segundo de los tres espíritus», se le presenta a Scrooge el espectro de la Navidad Presente. Este lleva a Scrooge a las calles de la ciudad una mañana navideña. Nieva y la atmósfera es alegre. El espíritu le conduce hasta la casa del escribiente, Cratchit, para hacerle ver la situación de la familia.
Allí todo es felicidad a pesar de las penurias por las que pasa la familia. Cenan con ilusión y alegría. Toda la familia junta. Tim, el pequeño de la familia, padece una enfermedad. Scrooge pregunta al espectro si Tim morirá y esté le dice que sí. Y además le recuerda que eso a él, poco le ha importado hasta entonces, incluso hablaba de que si alguien moría era mejor porque así disminuía el exceso de la población.

«Hombre, prosiguió el espectro, si es que de veras eres hombre y no piedra berroqueña, contén tu maldita hipocresía hasta que hayas averiguado cuál es el exceso de población y dónde está. ¿Acaso quieres decidir tú qué hombres deben vivir y qué hombres deben morir? Puede que a los ojos del Cielo seas tú más indigno y menos apto para vivir que millones de criaturas como el hijo de este pobre hombre. ¡Ay, Dios! ¡Tener que oír al insecto de la hoja hablar sensacionalmente sobre la excesiva duración de la vida de sus hambrientos congéneres que habitan en el polvo!».

Después el espectro le lleva a donde su sobrino, que celebra la Navidad sin él, donde un grupo de mineros, y también a un faro solitario. Al final, le hace ver a un niño y a una niña que son la Miseria y la Ignorancia. Scrooge se compadece de ellos y pregunta si hay alguien que les cuide, el fantasma antes de desaparecer hace a los niños hablar con las propias palabras del tacaño: «¿No hay prisiones?, ¿No hay asilos?»

En la cuarta estrofa, titulada «El último de los espíritus», se le presenta a Scrooge el espectro de las Navidades Venideras. Este le muestra el destino de los avaros. Scrooge le acompaña. Sabe que el objetivo del fantasma es hacerle bien. Hacerle ver que tiene que ser distinto del que ha sido. El hombre quiere lograrlo.
Scrooge debe ver su casa saqueada por los pobres, el recuerdo horrible que tienen sus amigos de la Bolsa de él, la muerte de Tim Cratchit y lo peor de todo, su propia tumba. Scroge está aterrado.

¿Qué pasará después? El hombre se despierta de su pesadilla convertido ya en un hombre alegre, generoso, solidario y amable con sus vecinos.
En la quinta estrofa, titulada «Fin del cuento» Scrooge celebra la Navidad, envía un pavo a Cratchit y le da un aumento de sueldo, visita a su sobrino Fred y por supuesto, y para alivio de todos los lectores, Tim no muere.

«-¡Feliz Navidad, Bob!, dijo Scrooge, con una sinceridad que no ofrecía dudas, al tiempo que le daba una palmada en ella espalda. ¡Más feliz, Bobo, mi buen amigo, que las que le he deseado durante muchos años!¡Le subiré el sueldo y procuraré ayudar a su esforzada familia, y esta misma tarde hablaremos de sus asuntos ante un buen tazón de ponche caliente! ¡Y encienda los braseros y vaya a comprar otro saco de carbón antes de escribir una sola palabra más, Bob Cratchit!»

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