Vuelvo con este post a Manuel Benítez Carrasco. ¿Cómo olvidar sus poemas? Todos son inolvidables. “Tus cinco toritos negros”, “La barca” o “Soleá del amor desprendido”. Me gustaría recomendarles la lectura de sus libros y aquí les dejo algunos ejemplos.
De “Soleá del amor desprendío”:
“Mira si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.
Y tú bien sabes por qué
tiré tu cariño al río:
porque era hebilla de esparto
de un cinturón de cuchillos;
porque era anillo de barro
mal tasao y mal vendío,
y porque era flor sin alma
de un abril en compromiso,
que puso, en zarzas y espinas,
un fingimiento de lirios.
Yo no puse en compraventa
mi corazón encendío;
y has de tener muy en cuenta
que mi cariño no fue
ni comprao ni vendío,
sino que lo regalé.
Ya ves si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.”
“Tus cinco toritos negros” es un poema que lleva una pasión en cada verso dificil de explicar. Creo que Benitez Carrasco estuvo muy enamorado para tener que escribir este poema. ¿Soy yo la que dijo una vez que le gustaban los poetas y las poesías que decían te quiero sin escribirlo? Pues tengo que decir que si, que me gustan, pero esta que dice tantas veces, te quiero me parece muy buena también, quizás por eso, por la repetición incontrolada que hace de la frase. La poesía lo necesita, y creo que el escritor también lo necesitaba cuando la compuso, así es que lo mejor es no censurarnos en el proceso creativo. Hace días que escuché este comentario en una entrevista que le hicieron a la excelente cantante estadounidense Norah Jones, y tiene toda la razón. Así es que, Benitez Carrasco, como se suele decir, lo borda, por muchos te quiero que haya usado.
“Contra mis cinco sentíos,
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,..
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro.
Barreras puse a mis ojos,
tus ojos me las rompieron.
Barreras puse a mi boca,
tu boca las hizo leño.
Puse mi beso en barreras,
tu beso las prendió fuego.
Barreras puse a mis manos,
las hizo sombra tu pelo.
Y puse barreras duras
de zarzamora a mi cuerpo,
y saltó sobre las zarzas
el tuyo, torito negro.
¡Deja, que no quiero verte!
¡Déjame, que no te quiero!
(…)
¡Te quise siempre! ¡Te quise!
¡Te quiero siempre! ¡Te quiero!
Aunque no puedo quererte,
¡Te quiero!
Aunque no debo quererte,
¡Te quiero!
Aunque en cunas de tu casa
se está meciendo un almendro
¡Te quiero!
Aunque yo tengo dos lirios
que se me cuelgan al cuello,
¡Te quiero!
(…)
Manuel Benítez Carrasco nació en Granada, en el barrio del Albayzín, en 1922 y murió en la misma ciudad en 1999.
Benítez Carrasco inició su carrera literaria colaborando en la revista poética “Colección Vientos del Sur”. En 1943 obtuvo su primer premio de relevancia, el Premio Nacional de Teatro de Escuadra con la obra “Luz de Amanecer”, comenzando desde este momento una trayectoria literaria jalonada de galardones.
En 1947 marchó a Madrid. En esta ciudad comenzó a ganarse la vida como poeta, recitando sus poesías en teatros y clubes en los años 50. No termina de encontrar su espacio y decide marcharse a América, donde le llega el éxito. Desde 1955 su figura es totalmente inseparable de Hispanoamérica: viaja a Cuba y en la isla caribeña permanece durante todo un año. A partir de este momento la figura del granadino es inseparable de México, donde pasará gran parte de su vida.
© 2009 Araceli Cobos